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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Era un buen hombre, dulce y tolerante, sin otros defectos que su manía de santidad. Había tenido en su casa a varios obreros con sus familias, pero acabó por despedirles, a causa de los chismorreos de las mujeres y las embriagueces de ellos. No quería más huéspedes; pero el señor de Maltrana como él decía era un hombre cortés y bien educado, que le escuchaba en silencio, sin permitirse una burla.

Por respeto á Elena, aludía Robledo voladamente á los recursos de que se habían valido el mestizo y él para no perecer, bebiendo sus propios líquidos renales y los de sus caballos. Una manía atormentadora se apoderó de . Intenté recordar todas las veces que me habían invitado á beber en un café sin que yo quisiera admitir el líquido que me ofrecían: cerveza, aguas gaseosas, helados.

Una molestia de algunos meses, que no modificaba su resolución de entrar en la familia. ¡Adelante! El asmático, en su manía verbosa, hablaba a Jaime de sus descendientes, de los ilustres Febrer, los caballeros más buenos y nobles de la isla. Yo tuve el honor de ser muy amigo de su señor abuelo don Horacio. Febrer le miró asombrado... ¡Mentira!

Su erudición, disparatada y pintoresca, la había adquirido oralmente, como los griegos, bajo los pórticos compostelanos, entre estudiantes, gente ociosa y pícara, quienes, lo declaro con rubor, por reírse de él, dándole pábulo a su manía, le abarrotaban la cabeza con noticias y noticiones históricos y literarios, unos ciertos, otros inventados.

Rafaelito, y nadie más que Rafaelito; y para atestiguarlo estaban también las amigas de la manía, que se hacían lenguas en su presencia de lo elegante que era el chico. ¡Estudiar...! Ya lo haría más adelante.

Si no duermes hace días, ¿cómo has de estar? ¡Mal haya el tal D. Luis y su manía de meterse cura! ¡Buenos supiripandos te cuesta! Pepita había cerrado los ojos; estaba en calma y en silencio, harta ya de coloquio con Antoñona.

Más que ningún otro tenía la manía del «¿se acuerda, señor?», como si los recuerdos de su dilatada vida de guardián de carneros no constituyeran más que una serie no interrumpida de bienandanzas. No era, por cierto ya lo había yo advertido, el encuentro que más agradaba a Domingo.

Poco tiempo despues se le puso en la cabeza la mania de no comer ni beber; y hubo ocasion de que pasasen tres dias sin tomar nada; hasta que acosada por el hambre, tomaba algo, empeñándose que los platos donde le mandaban las viandas no saliesen de su habitacion; de suerte que estos objetos sucios con otros, daban un olor insoportable á aquella morada, é imposible por tanto de aguantarlo.

Esos monasterios conservadores fueron otros tantos monumentos a la religión, a la justicia y a la verdad. La manía de la perfección, de donde derivan todas nuestras desviaciones y todos nuestros errores, estaba a punto de renacer; el mundo iba a civilizarse quizás una vez más.

Si la raza felina no te ha hecho apurar la copa del desengaño, te proporcionaré cuando quieras un variado concierto: aún mayo con bastante afinaciónJulia le contestaba: «Si piensas que se me ha quitado la manía de despeinarte, te equivocas.

Palabra del Dia

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