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Actualizado: 7 de julio de 2025


Esa costumbre de echar a la suerte es obscuro, pero la niña no ha sido enciada; hay designios, , hay designios a nuestro respecto. Este diálogo tuvo lugar en tiempo de los primeros años de Eppie cuando Silas tenía que separarse de ella dos horas por día para que fuera a aprender a leer con la maestra de escuela.

Se sonaba, no obstante, en el lugar que el verdadero objeto del amor de Currito era la maestra doña Ramona, la cual no había cumplido aún cuarenta años, estaba colorada y sana, y por los bríos y robustez de sus frescas y apretadas carnes era una bendición de Dios y daba gloria verla.

No consideró suficiente esta indiscreción, en vista de la serena indiferencia de la maestra, y pocos días después hizo una visita á la escuela, declarando á Dora de pronto todos los deseos, las esperanzas y las contrariedades que formaban lo que él llamaba «el mayor amor de mi vida». ¡Oh, general!... ¡Haberse fijado en una pobrecita como yo!...

De todo el profesorado, amaba á la maestra de francés, porque podía hablar con ella de París y las artistas célebres como de un mundo lejano entrevisto en los periódicos de modas. También amaba á la maestra de español, que le describía cómo eran las corridas de toros y le enseñaba á ponerse la mantilla lo mismo que una andaluza. No necesitó de estudios penosos y áridos para sobrepasar á todas.

Aquí, la maestra del partido, mujer alta y morena, de pocas y dificultosas palabras, que solía oír a las operarias con seria indiferencia, intervino. A tratar cada uno de lo que importa... y a liar cigarritos.... No decimos cosa mala... alegó Amparo.

Bueno murmuró la novicia confusa : nadie nace aprendido. Con la práctica... declaró la maestra sentenciosamente, mientras se preparaba a unir el ejemplo a la enseñanza . Mira, así... a modito.... No valía apresurarse.

Estamos como el gallo de Morón... ¿Y para qué quiere los diez duros? Para lo que a ti no te importa. Di si me los das o no me los das. Yo te los pagaré pronto; y si quieres real por duro, no hay incomeniente. No es eso: es que no tengo ni un cuarto partido por medio. Este ganado indecente no trae más que miseria. ¡Válgate Dios! ¿Y...? No, no tengo alhajas. Si las tuviera... Busca bien, maestra.

Yo iré a verle cuando salga de aquí; pero es necesario que me digas donde vive. Amparo se levantó y escribió las señas que me entregó. Tenía un precioso carácter español. Escribes muy bien la dije. Es mi obligación. ¿Se olvida usted de que soy maestra de escuela? Quisiera verte entre las niñas. Eso no puede ser.

Sin poder librarse de un repentino sentimiento de responsabilidad, tomó el hereje Bill a la mañana siguiente las riendas de la diligencia Silio Gullon, pues aquel día uno de sus pasajeros era la maestra, doña María.

Angustias, india tarasca de raza pura, era maestra en el difícil arte de cuidar y entretener a los niños. Durante varios años sirvió en mi familia, prodigando sus cuidados, sucesivamente, a los cinco hermanos que éramos.

Palabra del Dia

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