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Actualizado: 9 de agosto de 2024


Pero en cuanto a vos, maese Tookey, haríais bien en limitaros a vuestro amén. Vuestra voz no es mala cuando la guardáis en la nariz. Es vuestro interior el que está mal dispuesto para la música: no vale más que el hueco de un zueco.

Guy tomó las copas riéndose a mandíbula batiente... ¿Y a esto llamas vasos para beber vino de Borgoña, maese Manuel? ... señor... si el señor no se enfada... ¿Y crees que un francés honesto puede beber sangre de Cristo en estos dedales de muñeca? ... no...

Tuvo cabo esta historia en la Era de César de 1342, e la escribió maese Cándamo. Feliz el que cubriendo su cabeza con la holanda sutil del blanco lecho, fija la mente en mágica belleza, se aduerme el alba en plácido reposo: y mil veces feliz y más dichoso si bebiendo en la copa del beleño, visita las mansiones encantadas que con oro y azul fabrica el sueño. ¡Oh, Nadir!

Había de hacerse al Oeste del castillo unas seis millas, por ser el terreno á propósito y cercano á once pozos de agua dulce, aunque no muy buena, según las noticias de los confidentes, confirmadas en el reconocimiento que hicieron el Cómitre Real y el Maese de campo Miguel de Barahona.

¿Piensa vuesa merced gastar esos tres mil doblones? Y más que sea necesario. ¿Y para cuándo necesita vuesa merced presentarse á su majestad con su señora esposa? Hoy á las once. Rascóse una oreja con su trémula mano maese Longinos. Y son cerca de las nueve de la mañana. Es decir, que solo tenemos dos horas. Aprovechémoslas.

¡Que me aspen si toco ni canto más! decía malhumorado el músico, enfundando su arpa. ¿Pues qué esperaba vuesa merced, un himno sacro ó la letanía? ¿Desde cuándo asustan á los pajecillos las trovas que entonan todos los juglares del reino? Lo dicho, no canto más. haréis, repuso uno de sus oyentes. Á ver, tía Rojana, un jarro de lo bueno para maese Lucas. Yo convido.

Y fue el mal que al subir a las ancas el barbero, la mula, que, en efeto, era de alquiler, que para decir que era mala esto basta, alzó un poco los cuartos traseros y dio dos coces en el aire, que, a darlas en el pecho de maese Nicolás, o en la cabeza, él diera al diablo la venida por don Quijote.

Esto es lo que hay que decir de maese Pedro y de su mono. Y, volviendo a don Quijote de la Mancha, digo que, después de haber salido de la venta, determinó de ver primero las riberas del río Ebro y todos aquellos contornos, antes de entrar en la ciudad de Zaragoza, pues le daba tiempo para todo el mucho que faltaba desde allí a las justas.

-Todo podría ser -respondió don Quijote-, pero yo haré lo que me aconsejas, puesto que me ha de quedar un no qué de escrúpulo. Estando en esto, llegó maese Pedro a buscar a don Quijote y decirle que ya estaba en orden el retablo; que su merced viniese a verle, porque lo merecía.

Pero ahora nunca os quedaréis solo, papá repuso Eppie con ternura . Aarón me dijo: «Jamás se me ocurrirá, Eppie, la idea de separaros de maese Marner». Y yo le respondí: «Sería inútil que pensarais en eso, Aarón». Quiere que vivamos juntos, a fin de que no tengáis que seguir trabajando, papá, a menos que sea por vuestro gusto. Será para vos un hijo, son sus propias palabras.

Palabra del Dia

bravoso

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