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Actualizado: 27 de junio de 2025
El tratado de las Leyes de Cicerón, que reproduce en forma filosófica las antiguas leyes de Roma, contiene también una sobre el celibato. En adelante repuso la abuela con buen humor, tendré en gran estima a Dionisio de Halicarnaso y a Cicerón. Ignoraba que esos señores fuesen tan amigos míos...
Orad, hermanos míos, orad por los opresores sacrílegos, pero no maldigáis a los que combaten. Nosotros tenemos sólo fe, quizá fe tibia: ellos, como quería el Apóstol, juntan las obras a la fe.
Ahora, amigos míos, sí que van á conocer ustedes de veras el automóvil del general. Ya entra en escena. ¡Atención! Lo había traído Castillejo de los Estados Unidos para las necesidades de la campaña electoral.
No son estos tiempos como los míos, en que no la corría ningún chico del comercio, y nos tenían a todos metidos en un puño hasta que nos casaban. ¡Qué costumbres aquellas tan diferentes de las de ahora!
Pero perdónenme, amigos míos, perdónenme dijo la Condesa con voz débil. Estos acontecimientos de mi infancia me han entretenido más de lo que deseaba... y no tengo fuerzas para continuar... Su hermana, que ya había estado a punto de interrumpirla, le impuso silencio, y alargando su mano a Fernando, le dijo, despidiéndole: Hasta mañana.
Villaverde me convidaba a recorrer sus calles desiertas, y el acento tierno y conmovido de los míos resonaba en mis oídos regocijado y amante. De aquel ensueño me sacaba la voz del Rector o el toque de Ángelus en la cercana Catedral.
Amo... á una mujer casada... á la esposa de mi rey... de mi hijo... porque yo soy su confesor... Yo que le reprendo sus malos deseos, sus debilidades, no sé acallar el grito de los míos, no sé ser fuerte... y al saber... al oír que ella ama á otro, por más que esto pueda ser una equivocación, una calumnia, me estremezco de celos, y siento odio... un odio terrible á ese hombre... que dicen ama ella... y le haría pedazos entre mis manos...
Mi existencia sólo sirve para hacer sufrir a los demás, sin culpa mía, bien lo sabes. ¡Ay, Marianela! Te escribo desde mi cuartito, a las dos de la mañana. Todos duermen en casa. Se han pasado el día atosigándome con sus planes, que no son los míos. La ventana está abierta. Las estrellas me envían sus resplandores.
¿Y el tapiz, abuela?... ¿Qué tapiz?... ¡Ah! sí, la venta... Razonamiento de hombre de negocios, hija mía... Piensa como un hombre serio. Pido ocho días de reflexión. Es imposible decir hoy a la abuela: Los defectos de ese caballero son antipáticos a los míos; no le quiero. La buena señora me creería loca y se pondría enferma de pena. En ocho días todo se arregla. El tiempo es un hábil auxiliar...
«Tú le tienes que lavar manifestó Benigna, sin cejar en su cólera , tú, tú. ¡Cómo me ha puesto las cortinas!». Bueno, mujer, le lavaré. No te apures. Y vestirle de limpio. Yo no puedo. Bastante tengo con los míos... Y nada más. Vaya, no alborotes tanto, que todo ello es poca cosa.
Palabra del Dia
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