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Actualizado: 22 de mayo de 2025


De 1618 es el Triunfo de la fee en los reynos del Japón, opúsculo histórico, hecho de encargo, en que se relata el suplicio de los primeros mártires en las tierras del Extremo Oriente. La Docena parte de comedias es publicada en 1619.

Los suplicios de los primeros mártires, la mansedumbre de las vírgenes, la magia de los milagros, ejercieron en ella influjo análogo al que produce en cabezas infantiles la relación de cuentos maravillosos, y la admiración por todo esto engendrada sirvió para aumentar sus devociones, que cumplía con mayor facilidad según iba descifrando algo de lo que significaban.

La pequeña iglesia ó capilla de San Miguel no es curiosa sino por su antigüedad y su tipo especial. Es una cripta romana, profunda en el centro, sombría como un refugio de proscritos y que está revelando la infancia del arte cristiano. Al penetrar allí no puede uno ménos que evocar todos los recuerdos de los mártires del cristianismo naciente.

Silbaban y aplaudían viendo el cabeceo de los santos, mientras algunas mujeres, con arrojo de mártires, insultaban á los impíos, amenazándoles con las manos crispadas.

Diríase que al desaparecer de la escena de horrores y protestas las colosales figuras de S. Eulogio, Alvaro, Saulo, Samson y Valencio, gloriosos maestros de mártires, desaparecen con ellos los esfuerzos del islamismo fascinador.

El conde frunció el entrecejo. El doctor dijo vivamente: Si usted hubiese podido venir conmigo, señora, tengo la seguridad de que habría llorado. ¿Es realmente muy conmovedor una duquesa que vende a su hija? ¡Un episodio del mercado de esclavas! Yo diría mejor un episodio de la vida de los mártires. ¡Galante está usted! El doctor contó la escena en la que él había representado un papel.

Aun se ven de él escasos vestigios en alguno de los claros de la selvosa y sombría montaña que se levanta al norte del castillo de la Albayda. Los cuerpos de los mártires S. Jorge y S. Aurelio fueron sepultados en este santuario.

Los mártires cristianos eran inmolados en la esplanada que caia al pié del alcázar y sobre el rio, en el parage que hoy llamamos el Campillo: situacion que determina perfectamente Ambrosio de Morales.

Apenas nació en su mente este pensamiento atrevido se espantó de él y sintió tanta vergüenza que de buen grado se hubiera ocultado debajo de la tierra. ¡Oh, no, Dios mío! ¡Quién era ella para recibir una gracia semejante, otorgada solamente a las mártires de la caridad y a las seráficas vírgenes que brillan en el cielo como claros luceros! ¡Perdón, Jesús mío, perdón!

Si ellas eran muy cristianas y católicas, ¿a qué conducía el volverlas santas y mártires a quemarropa? Por su parte, D. Manuel conceptuaba indispensable el freno religioso para el sostenimiento de la sociedad y el orden. Siempre había defendido la Religión y le parecía muy bien que los gobiernos la protegieran, persiguiendo a los difamadores de ella.

Palabra del Dia

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