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Actualizado: 14 de julio de 2025


El agujero se llamaba el pozo; y el templete que se alzaba entre el emplazamiento del palo y el lado del pozo de hacia proa, con lumbreras a los costados y barritas de metal para protegerlas, era el tambucho, o cúpula de la cámara que estaba debajo, bastante cómoda según iba a verse enseguida, porque ya no había en el balandro cosa que mereciera ser explicada ni vista desde el muelle.

Pero dos valerosos, dos maestros, Dos lumbreras de Apolo, dos soldados, Unicos en hablar, y en obrar diestros: Del monte puestos en opuestos lados Tanto apretaron á la turba multa, Que volvieron atras los encumbrados. Es GREGORIO DE ANGULO el que sepulta La canalla, y con él PEDRO DE SOTO, De prodigioso ingenio, y vena culta.

Tía: yo quiero cambiar de modo de vivir; yo quiero ser otro. La tía asintió con un gesto enigmático. Muy bien; así habían hecho San Agustín y otros santos varones que pasaron su juventud en la licencia, para ser luego lumbreras de la Iglesia.

Si tenemos en nuestra Casa las más nobles lumbreras de la Ciencia, es gracias a . Ayer me di la maña suficiente para engatusar al renombrado práctico Moumel, que desea dejar a las «Damas de Aquitania» para operar en nuestro santuario; me prometió, además, explicar un curso de Rinoplastia y de Estomatología dos veces a la semana. ¿Sabe usted lo que son estas dos ciencias...?

Por unas lumbreras de vidrios multicolores y cubiertas de telarañas, que, abiertas muy junto al cielo raso, parecían nidos luminosos, entraba a la sala un débil resplandor, apenas suficiente para permitir que se distinguieran en la obscuridad los grandes armarios que se alineaban a lo largo de las paredes.

No voy a hablar de ella impulsado por la fe poderosa que alentaba a San Pedro Alcántara, a San Francisco de Borja, a San Juan de la Cruz, al venerable Juan de Avila, a Bañes, a Fray Luis de Leon, al Padre Gracian, y a tantas otras lumbreras de la Iglesia y de la sociedad española, en la edad de oro de nuestra monarquía; ni con el candor con que la amaban y veneraban todos aquellos sencillos corazones que ella robó con su palabra y con su trato para dárselos a su Esposo Cristo; sino desde el punto de vista de un hombre de nuestro tiempo; incrédulo tal vez; con otros pensamientos, con otras aspiraciones, y, como ahora se dice, con otros ideales.

En la Iglesia gótica hubo desgraciadamente sacerdotes indignos, contra cuyos escesos clamaron siempre los santos padres, dignos prelados y sabios cenobitas, lumbreras de la afligida grey de Jesucristo en la tormentosa noche de las guerras é invasiones de aquellos siglos.

El hombre, que á pesar de su pequeña talla ha obrado prodigios de gigante, ora recojiendo el rayo en su mano, ora barrenando las montañas, ya descendiendo á las entrañas de la tierra para robarla sus guardados secretos, ya escalando el cielo para ver de cerca esas lumbreras que le cubren y cuya marcha ha averiguado; el hombre, que por todas partes imprime la huella de su paso, no ha conseguido nada del mar.

Genio Montalvo; genio José Martí. El primero con una sombra: el arcaísmo; el segundo, sin sombras y sin manchas. La estulticia de las muchedumbres, el espíritu fácil al aplauso de nuestra raza, la lisonja desmesurada de los gacetilleros, el coro vacuo y frívolo de las mediocridades, han hecho aparecer en ocasiones como lumbreras a seres que apenas han tocado los primeros peldaños de la gloria.

Palabra del Dia

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