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Actualizado: 28 de julio de 2025
Porque, si el autor de los versos era un joven y hermoso príncipe oriental o algo por el estilo, era muy cruel para el príncipe y para ella no llevar adelante tan poética y misteriosa aventura y destruir las vagas esperanzas de ambos, como quien arranca de bien cultivado terreno una planta lozana a punto ya de cubrirse de flores.
Sus sienes verdeaban, sus ojeras se teñían de matices amoratados, la bilis se infiltraba bajo la piel, y así como una casa nueva hace parecer más vetustas las que están a su lado, así la lozana juventud de Lucía acentuaba el deterioro del marido.
Su mano, que era suave y ágil, rápida y diestra en el ejercicio de la caridad, estaba animada por una vida pródiga de sí misma; era una mano larga, flexible, fresca como una hoja; él, cuando la estrechaba, sentía en realidad la frescura de una hoja lozana.
Y aquí, sin duda, debemos echar una ojeada á los asuntos de estas producciones, únicas en su especie, de una vida poética lozana, tan acomodados á la acción dramática y aptos ya para servir de base principal á este objeto.
Al llegar al palacio, se presentan al viajero dilatados y espléndidos jardines, que son como la alfombra que se tiende al pié del edificio: fuentes y estanques en abundancia hermosean el lienzo que la vegetacion ofrece, siempre lozana en Inglaterra. Cerrando el cuadro se levanta el majestuoso palacio, todo de cristal, soberbio y admirable.
Les serviré de cajero; es necesario que Magdalena sea la más deslumbradora entre todas, ya que es la más hermosa, sin que su fortuna disminuya por tal causa. »Nos procuraremos en Nápoles, en Villa Reale, un palacio cuya fachada dé al Mediodía. Allí mi hija florecerá como una planta lozana restituida al suelo natal.
Majestuosas montañas se levantaban no lejos de la costa, y desde los manantiales que brotaban en lo alto, por entre las rocas, descendían por la agria pendiente arroyos de agua cristalina y hasta caudalosos ríos de rápido curso. Selvas de lozana y frondosa vegetación, que en algunos puntos las hacía impenetrables, se extendían por donde quiera y venían avanzando hasta la orilla del mar.
Tú, Catalina, eres el dulce fruto De una mujer, que cual lozana planta, En su corona fresca flor levanta, Mientras el fruto de sus ramas dá; Eres la prenda del cariño tierno De un noble amigo, que con blando anhelo, Guarda esa planta del rigor del cielo Cuidándola con amoroso afan.
Tengo además grandes motivos de satisfacción y contento. Mi salud es inmejorable y mi mocedad se diría que no acaba. ¿Para qué he de fingir modestia contigo? Me encuentro ahora más bella, más lozana, que cuando nos veíamos en el Retiro de Camoens.
Espero del cielo que ella exista entre la miseria y corrupción de nuestro siglo. ¿No has visto nunca crecer, pura y lozana, en montones de estiércol, una azucena blanca? Mucho meditó Pablo sobre tan excelentes advertencias.
Palabra del Dia
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