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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Cuando hubieron recorrido las cuadras tomaron el camino de los prados a campo traviesa, y descendieron hasta el río guarnecido, por entrambas orillas, de alisos, álamos y mimbreras, los cuales formaban a trechos una mata espesa por debajo de la cual corría oscuro y tétrico. El río Lora es uno de los menos caudalosos y al mismo tiempo de los más originales de España.

El palacio, como las gentes del país lo llamaban, ó el vetusto caserón, como mejor se diría, estaba situado á la margen izquierda del Lora y en el fondo del valle donde radica el concejo y partido judicial de Vegalora. En torno suyo veíanse quince ó veinte chozas, pertenecientes en su mayoría y habitadas por colonos de la casa de Trevia.

Primer Teniente. Américo Lora y Yero. Capitán. José M. Iglesias Toro. Primer Teniente. Antonio Pineda y Rodríguez. Segundo Teniente. Crescencio Hernández Morejón Capitán. José González Valdés. Primer Teniente. Tomás Quintín Rodríguez. Segundo Teniente. Jesús Adalberto Jiménez. Capitán. José Perdomo Martínez. Primer Teniente. Olvido Ortega y Campos. Segundo Teniente. Jacinto Llaca y Argudín.

El suceso, en que se funda, se halla en Maffei, Historiarum indicarum, libri XVI, 1593, fol., y en Les Histoires memorables, de Goulard; también un portugués, Jerónimo de Corte Real, lo desenvuelve en una poesía narrativa, titulada Naufragio de Manuel de Lora de Sepúlveda: Lisboa, 1594, 4. Camoëns alude también á este suceso en las Luisiadas, canto 5.º, est.

Allí desembocaba en el Lora un riachuelo. Nuestra pareja abandonó la carretera y emprendió la marcha por la estrecha cañada que este riachuelo seguía. Al pasar por debajo de su casa, la condesa alzó los ojos hacia ella y sacó el pañuelo para enjugar unas lágrimas. Pedro dijo señalándola con el dedo, ahí ya no queda nadie. Siguieron marchando.

De los monumentos romanos hizo tanto aprecio, que al decir de un escritor, no perdonó diligencia ni gasto para recoger cuantos pudo encontrar en Estepa y su estado, y aun fuera de él y los colocó en un palacio que edificó en Lora, si bien ocultando su nombre tras el de su hijo y colega en aficiones Don Juan de Córdoba.

Teníala repartida entre su palacio de Estepa y sus casas de recreo de Lora y Gilena. Ayudáronle en sus tareas literarias y en la de coleccionar antigüallas su hijo natural D. Juan de Córdoba y su sobrino D. Juan Bautista Centurión, alcanzando con tales elementos, resultados, para su tiempo bien extraordinarios.

Charlaba como una lora, siempre buscando la compañía de los hombres; brincaba todas las tardes como una bailarína de ópera, haciéndose invitar por los mas jóvenes y gallardos á bailar polkas, varsovianas y cuadrillas; y tenia tal furor por el juego que se resentía con todos los que no le aceptábamos sus convites.

Esta casa grande y parda y las casuchas más pardas aún que yacían á su alrededor, semejaban de lejos á una gallina pastando con sus hijuelos en el campo. Alzábase el pueblo de la Segada en el fondo del valle y ocupaba el ángulo formado por un riachuelo que venía de las montañas cercanas á desembocar en el Lora. Distaría del primero unas cien varas, y de éste unas trescientas.

El río Lora es taciturno, enemigo de toda idealidad poética. Nada de seres fantásticos. Lo único que alimenta con verdadero cariño es un enjambre de ranas, tan grande que causa vértigo el pensar qué número de ellas vivirá bajo su amparo. Ellas son las que se encargan de alegrar con su voz armoniosa los parajes que recorre.

Palabra del Dia

creolina

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