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Actualizado: 22 de junio de 2025
Y Juan, no atreviéndose a nombrar a su tío, dejó de proponer soluciones. Lo del huerto no lo consiento.... Pero no llore usted, mamá.... No llore.... ¡Qué demonio! Para todo hay remedio en este mundo. ¡Si no se gastase tanto en esta casa...! No se enfade usted, mamá.
Una vez, después de muchos días que faltaba de esta casa, vino a verme y me halló sola. Al darme la mano lloré; sin hablar me inspiró el infierno una maldita elocuencia muda, y le di a entender mi dolor porque me desdeñaba, porque no me quería, porque prefería a mi amor otro amor sin mancilla. Entonces no supo él resistir a la tentación y acerco su boca a mi rostro para secar mis lágrimas.
Estos versos son tiernos, pero mas llenos de sensibilidad son los que le inspira la muerte de su compatriota Ana de Valverde. Llore mi musa y verso con ternura La muerte de esta dama generosa; Y llórela mi tierra, Extremadura, Y Castilla la Vieja perdidosa: Y llore Logrosán la hermosura De aquesta dama bella, tan hermosa, Cual entre espinas, rosa y azucena, De honra y de virtudes tan bien llena.
Llorad, llorad en torno de la fosa Del bardo fiel que su mision llenó, Y que las plantas de su Patria hermosa Con versos aromáticos bañó. Llore tambien el mísero mendigo, Y el desvalido en miserable lecho, Cayó sin vida el que con voz de amigo Defendiera su pan y su derecho.
¡Ah, vil esclava! me dije mostrándole los puños a mi imagen en el espejo, ¿soportarás por más tiempo semejantes cosas? ¿Será posible, que por cobardía, no te atrevas a sublevarte? Durante un rato me reprendí duramente; vino luego la reacción, caí sobre una silla y lloré mucho. ¿Qué he hecho yo pensaba, para que me trate así? ¡Qué odiosa mujer!
Aun así, no puedo menos de pensar en usía y de anhelar que usía me perdone. Yo he sido su ángel malo, y me arrepiento de ello y lo deploro. Compadézcame usía; pero no me llore, porque descansaré con la muerte.
No sé si por esto, yo que había olvidado completamente á mis pobres padres, lloré por aquella mujer. Quedéme en la casa como dueña. Escribí á mi esposo participándole la muerte de su tía, y al poco tiempo recibí una carta enlutada. La abrí con el corazón helado y recibí un golpe cruel.
De un susto que te he dado el otro día. ¿Te acuerdas cuando hicimos juntos un ramo de flores en el jardín?... Después quisiste hacerme una caricia y fui tan necia que lo llevé a mal y me eché a llorar... ¡Qué sorpresa y qué disgusto habrás tenido!... Confieso que soy una tonta y que no merezco que nadie me quiera... Sin embargo, bien puedes creerme que no estaba enfadada contigo... Lloré de sentimiento..., sin saber por qué... ¡Qué motivo tenía yo para llorar!
Se había incorporado un poco. Sus manos tocaban las rodillas de Ferragut. Quería abrazarse á ellas, y no osaba hacerlo por miedo á que él la repeliese, desvaneciéndose su trágica inercia que le permitía escuchar. Estando en Bilbao supe lo del torpedeamiento del Californian y la muerte de tu hijo... No te hablaré de esto; lloré, lloré mucho, ocultándome de la doctora. Desde entonces la odio.
No para hacer de mi pasión alarde, para hallar fuerzas en la lucha acaso, al templo de la muerte por la tarde del triste día dirigí mi paso. Lloré sobre su abierta sepultura aquel perdido bien que tanto amara... ¡Nunca pude pensar que mi ternura tanto placer en el dolor hallara!
Palabra del Dia
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