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Actualizado: 19 de junio de 2025
Oyes, Miguel, ¿tienes noticia de tu familia? le dijo con amable entonación, pero rápidamente, como si le llamasen en otra parte y tuviese muy poco tiempo que perder. No señor; hace una porción de días que no tengo carta de papá; hoy le he escrito otra vez... Pues sé que está un poco enfermo. A Miguel le dio un brinco el corazón. ¿Ha habido carta? Sí, ha habido carta.
¿Llega usted ahora mismo? preguntó asombrado el capellán. Sí, señor.... Primitivo dice que estuvieron llamando anoche a mi puerta él y otros dos, pero que no les abrió nadie.... Verdad que mi criada es algo sorda; mas con todo..., si llamasen como Dios manda.... En fin, que hasta el amanecer no me llegó el aviso.
Conservaba su vestido de caza y nadie le hubiera distinguido de los trabajadores si éstos no le llamasen «señor nostramo». No se disculpe usted le dijo al doctor que pedía excusa por la hora y el momento elegidos para nuestra visita, porque de otro modo tendría yo sobrados motivos para pedir disculpa a mi vez.
La sensación de un poder enorme, de una fuerza infinita y de una gran nobleza no le abandonaba jamás. Con este motivo ponía en su modo de tratar a la gente una benevolencia de gran señor, y rara vez era con ella severo y arrogante. Sucedía esto cuando le llamaban «Egor», en lugar de «Georgi», como él quería que le llamasen.
En conclusión, la chica quedó mocha, y para no dar campo a que la llamasen Mariquita la pelona, se llamó a buen vivir, entró en un beaterio y no se volvió a hablar de ella. De cómo la trenza de sus cabellos fué causa de que el Perú tuviera una gloria artística El sujeto que, por berrinche, había trasquilado a Mariquita era un joven de veintiséis años, hijo de un español y de una india.
Si todos los pobres de Toledo llamasen ahora a las puertas de la catedral, sublevados y embravecidos, yo les abriría paso, los guiaría yo mismo, les señalaría esas joyas que ambicionáis, les diría: «Apoderaos de ellas.» Son gotas de sudor y de sangre de sus antepasados; representan el trabajo servil en la tierra del señor, el despojo brutal por los alcabaleros del rey, para que magnates y reyes pudiesen cubrir de pedrería al ídolo que podía abrirles las puertas del cielo.
La menor, Amparito, dieciocho años; linda cabeza de bebé, boca graciosa, hoyuelos en la barba y las mejillas, un puñado de rizos sobre la frente y ojos que en vez de mirar parecían sonreír a todo, revelando el inmenso contento de ser joven y que la llamasen bonita.
45 Oyendo los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas, entendieron que hablaba de ellos. 46 Y buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo; porque le tenían por profeta. 1 Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: 3 y envió sus siervos para que llamasen los invitados a las bodas; pero no quisieron venir.
Quizá en Madrid llamasen también la atención; porque en la capital de España, no hay más remedio que confesarlo, tampoco es frecuente ver a los sabios en su verdadero traje por las calles. La iglesia resplandecía por dentro de luces y ornamentos. Parecía, según la expresión vulgar, un ascua de oro.
Ansí procuraba tenerlos propicios porque favoreciesen su negocio y llamasen sus feligreses a tomar la bula. Ofreciéndosele a él las gracias, informábase de la suficiencia dellos. Si decían que entendían, no hablaba palabra en latín por no dar tropezón; mas aprovechábase de un gentil y bien cortado romance y desenvoltísima lengua.
Palabra del Dia
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