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Actualizado: 28 de mayo de 2025


En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio.

En fin, la suerte me deparó uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las manos, le abrió por medio, y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír. Preguntéle yo que de qué se reía, y respondióme que de una cosa que tenía aquel libro escrita en el margen por anotación.

Vete á tu cuarto ... Yo voy á dar una vuelta para vigilar y ver si todo está tranquilo. Yo mismo cerraré las puertas y las ventanas para que puedas dormir en paz.... Tienes razón. Subo á mi cuarto, cierro con llave la puerta del de Herminia y me acuesto. Buenas noches; hasta mañana. Eran las diez. Herminia estaba todavía leyendo en su cuarto. Reinaba un profundo silencio.

Tan pronto como quedó abierta, y a la vista una buena parte de lo que guardaba, se volvió mi tío hacia y me dijo, como si estuviera leyendo los pensamientos que bullían en mi cabeza: Lo que menos te has figurado , al ver lo que está pasando aquí rato hace, que tu tío es un avariento dejado de la mano de Dios, y que trata de deslumbrarte los ojos con los frutos de sus rapiñas.

Salud, primo; soldado valeroso en otro tiempo, hoy rico propietario de esta comarca. Largo tiempo hace que esta humilde morada no ha tenido el honor de cobijarte. D. Félix correspondió de buen grado á tan cariñoso saludo haciendo esfuerzos por sonreir. Estabas leyendo... Te he interrumpido, ¿verdad? Un deudo de tu valía no es importuno jamás.

Hago la misma solitaria vida bajo el mismo techo, envuelta en mi propia tristeza y leyendo en compañía de Alfonso, su esposa y mi Sofía, cuya educación no me da cuidado porque parece ya haber salido instruida y piadosa de la cuna. Leemos por las noches en compañía de mi esposo y mis hijos, junto al hogar, cuantos libros pueden alimentar sanamente el alma y el espíritu.

Pasó ante los dos amigos, muy erguida, con el libro bajo el brazo, la dama norteamericana, que hasta entonces había estado leyendo en su sillón. Varias veces sorprendió Fernando, por encima del volumen, unos ojos claros fijos en él, y que al encontrarse con los suyos volvían hacia las páginas.

Distinguió también a su tía y a las otras dos matronas que, ayudadas de un jayán, estaban claveteando tablas y armando un toldo. Poco después, mirando para la acera de la Casa-Panadería, alcanzó a ver a Juan Pablo, sentado en uno de los puestos de limpia-botas, y leyendo un periódico mientras le daba lustre al calzado.

Los celosos eran otra banda; éstos, unos estaban en corrillos riéndose y mirando a ellas; otros, leyendo coplas y enseñándoselas; cuál, para dar picón, pasaba por el terrero con una mujer de la mano; y cuál hablaba con una criada echadiza que le daba un recado.

Por fortuna, al medio día se nubló el cielo y comenzó a llover. Su primera impresión fue de alegría; pero luego se dijo: «¿A que no va porque no coja humedad el chiquilloHasta la hora del espectáculo permaneció encerrado en casa y, según su costumbre, quiso distraerse leyendo; pero todo fue inútil. Tal estaba su ánimo, que no le hizo gracia Don Quijote.

Palabra del Dia

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