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Don Mendo, pidiendo misericordia, se arrodilla ante él, y Don Lope lo levanta, movido de repente á compasión, diciéndole: ...Alza del suelo; Que el primer hombre has sido, Que á compasión mi cólera ha movido.

Cuando la luz sus hojas abrillanta refractándose en rayos de colores, ¡cuán hermosa en la flor que se levanta esparciendo balsámicos olores!

La figura de este peñasco es del todo admirable, porque como desde su raiz se eleva suavemente, de repente se levanta hasta la cumbre, y en el remate se endereza á manera de pared.

A más, sus hábitos se han modificado sensiblemente. La señora de Laroque ha echado á un lado su brasero, su garita, y todas sus inocentes manías de criolla; se levanta á una hora fabulosa y se instala desde la aurora con Margarita delante de la mesa de trabajo.

Eso equivale a poner un changador fornido frente a un ser enteco y decir a éste: ¡imítalo!... levanta los pesos que aquél...

Oye lo que se me ocurre. ¿Por qué no dedicas tu dinero, tu actividad y todo tu espíritu a una obra grande y santa, no a una obra pasajera, sino a esas que quedan, para bien de la humanidad y gloria de Dios? Levanta de nueva planta un buen edificio, un asilo para este o el otro fin, por ejemplo, un gran manicomio en que se recoja y cuide a los pobrecitos que han perdido la razón...

22 El hombre iracundo levanta contiendas; y el furioso muchas veces peca. 23 La soberbia del hombre le abate; pero al humilde de espíritu sustenta la honra. 25 El temor a los hombres es peligroso; mas el que confía en el SE

Toda la noche hemos estado de vuelta y vuelta; la ventolina se cambió en viento duro, y ya le tenemos de mal cuadrante. La voz del capitán interrumpió la conversación. ¡Lista maniobra virar! ¡Levanta muras! ¡Cambia en medio! Estas concisas palabras fueron perfectamente interpretadas por la tripulación, y á nosotros nos pusieron en conocimiento de que navegábamos de vuelta y vuelta.

El niño fue a levantarse, pero no pudo; su hermanito se lo estorbaba. Levanta, Rafaelito. El chiquitín no se movía. ¡Levanta, Rafaelito! Miguel lo cogió entre los brazos y lo puso en pie; pero al ver que no se tenía, exclamó en alta voz: ¡Este niño está yerto! ¡Qué atrocidad! Y comenzó a sacudirlo y a frotarlo.

Pero ven conmigo á tu camarote... Te vestirás mientras Marenval se levanta; él no es tan madrugador como yo y además las fatigas y las emociones de esta terrible jornada le habrán rendido... Pero está contento y orgulloso.