Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 4 de junio de 2025
De esta suerte sabia desempeñar el Rei Católico su palabra: de este modo miraba por el honor del Evangelio. ¿Qué no podrian decirle los moros en punto á guardar las capitulaciones, i la fe de los juramentos? Los que conquistaron á España, dejaban vivir en su lei i con sus templos á los cristianos que se quedaban á morar entre ellos, de donde vino el llamarles mozárabes.
No puedo decir que la leí, sino que traté de hacerlo, pues mi voz se henchía y se elevaba, como si me viera levantado ó hundido, alternativamente, por las olas del mar cuando comienza á calmarse tras una tempestad." Ni sólo en las horas en que, pluma en mano, se empleaba Hawthorne en la composición de sus ficciones embargaban éstas sus potencias.
Recuerdo aún las impresiones que experimenté cuando, viviendo al lado del doctor, leí por primera vez sus páginas. La verdad me deslumbró: un mundo nuevo fué abriéndose ante mis ojos. Era mentira que las mujeres hubiesen gobernado siempre el mundo; su triunfo databa de algunos años nada más. En cambio, ¡qué historia tan enorme y tan gloriosa la de la dominación masculina!...
Cuando esto leí hace poco más de un año, poco antes de que el señor Viondi pronunciara aquí el discurso del año anterior, me pareció que en estas palabras Martí se retrataba a sí mismo.
»Todo esto leí; de todo esto me enteré, gastando en ello todas las fuerzas de mi voluntad. Pero era preciso hablar, responder de algún modo a aquellos cargos terribles; y para esta empresa ya no tuve alientos. Luz, entretanto, continuaba pidiéndome una respuesta con los ojos. ¡No los apartaba de mí! Estaba trémula, convulsa, la desdichada.
Sobre mi mesa de trabajo había una montaña de resmas de papel manuscrito. Nunca la miraba con orgullo; por lo común evitaba fijarme en ella muy de cerca, y así pasaba cada día de las ilusiones de la víspera. Desde el siguiente al de mi resolución suprema me hice justicia: leí al azar múltiples fragmentos; un marcado sabor de mediocridad me revolvió el corazón.
Recogí las cartas en el correo, y en la primera que leí mi madre me decía que la abuela había muerto. Era conveniente que fuese a Lúzaro, para arreglar las cuestiones de la herencia. Tenía tanto deseo de ver tierra, que rechacé la proposición de un compañero que quería llevarme en su barco hasta Bilbao, y tomé la diligencia para Madrid.
He aquí mi posada, me dije, y me entré. Y como éramos antiguos conocidos... Tomé posesión de vuestra casa, y os leí en una mirada. Erais la buscona más perfecta en su época peligrosa. ¡La buscona! Ese es el nombre. Es decir, la mujer... Que ahorra sangrador, y deja á un prójimo de tal modo, que no puede valerse contra el aire.
Aguirreche quedaba para las dos; pero como mi tía Úrsula, sintiendo cierta veleidad mística, había manifestado el deseo de entrar en el convento de Santa Clara, y mi madre no quería para vivir la antigua casa solariega, decidieron alquilarla. Yo, movido por el interés de averiguar el paradero de mi tío Juan, registré los armarios de la abuela y leí todas las cartas y papeles viejos.
Con los ojos fijos en el cielo raso, me pedía de cuando en cuando de beber; parecía no haber recuperado sus sentidos todavía. Pero yo saqué en secreto la carta de mi bolsillo y leí lo que transcribo aquí literalmente, pues he conservado cuidadosamente ese monumento del amor de una madre y de una hermana: «¡Mi hermano muy querido, mi muy querida cuñada!
Palabra del Dia
Otros Mirando