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Pensadores como López, como Ibarra, como Facundo, ¿eran los que con sus estudios históricos, sociales, geográficos, filosóficos, legales, iban a resolver el problema de la conveniente organización de un Estado? ¡Eh!... Dejemos esas torpezas a don Juan Manuel Rosas, que sabe que, clavando a los hombres un trapo colorado en el pecho, las cuestiones están resueltas.

Cumplióse todo en Jesu-Christo, á quien se enderezaban las promesas de Dios, los votos de los Patriarcas, las predicciones de los Profetas, y la creencia del Pueblo encubierta en las ceremonias legales.

Usted dispense, interrumpió Isagani ofendido de los argumentos que con él usaba el jurista; cuando por los medios legales un pueblo pide algo á un gobierno, es porque le supone bueno y dispuesto á concederle un bien, y este acto, en vez de irritarle, le debiera halagar: se pide á la madre, nunca á la madrastra.

Y los cantores cantaban alto, e Izrahías era el prefecto. 44 Y en aquel día fueron puestos varones sobres las cámaras de los tesoros, de las ofrendas, de las primicias, y de los diezmos; para juntar en ellas, de los campos de la ciudades, las porciones legales para los sacerdotes y para los levitas; porque la alegría de Judá era sobre los sacerdotes y levitas que servían.

Hay, en particular, dos personajes subalternos, un pedante, doctor en Derecho, que cita á cada ocasión textos legales latinos, y un loco enamorado que se declara á todas las señoras que encuentra, y que recibe siempre calabazas, descritos con una vis cómica incomparable y una gracia extraordinaria.

Poniéndole la mano en el hombro, el facultativo dice a Rufete: «Basta, basta ya de violencias. Ya hemos dicho que seremos amigos, siempre que usted no se me salga de las vías legales... El país le hará justicia... Calma, serenidad. Si pudiera usted dejar el poder por unos cuantos meses, ¡qué bien nos vendría a los dos! Nos dedicaríamos a curar radicalmente ese constipado...

Pero la buena administración, si bien puede considerarse como causa, puede y debe también ser considerada como efecto, sobre todo en un pueblo libre, donde no es nunca el capricho de un tirano quien crea y sostiene al Gobierno, sino la opinión pública, que se impone por los medios legales de la prensa, de la tribuna, de las manifestaciones y de las asociaciones pacíficas.

Al comunicarse el resultado de aquélla a la señora de Ponce, llevó ésta la mano de Juan a sus enjutos labios. Nada puedes añadir a mi felicidad presente, Juan; pero, dime, ¿por qué se lo ocultaste a Carolina? Juan se sonrió en silencio. Al cabo de una semana terminaron las formalidades legales necesarias, y Carolina fue devuelta a su madrastra.

Y entre tanto los que disponían tan alegremente de los destinos de los pueblos, el que mandaba los asesinatos legales, el que violaba la justicia y hacía uso del derecho para sostener á la fuerza, dormían en paz. Al fin, llegó un viajero de Manila y contó como habían sido puestos en libertad todos los presos todos menos Basilio que no tenía protector.

El gobierno surgido de la revolución deseaba dos cosas á la vez: hacer unas elecciones que pareciesen legales y sacar triunfante de ellas al candidato que tenía escogido, y á nadie más. Varios generales se presentaban también como candidatos, amenazando con hacer una revolución si no salían triunfantes.