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Este corto diálogo basta para que el lector menos avisado conozca de qué se trata. El virrey había llegado a Lima en enero de 1639, y dos meses más tarde su bellísima y joven esposa doña Francisca Henríquez de Ribera, a la que había desembarcado en Paita para no exponerla a los azares de un probable combate naval con los piratas.

Yo he conocido á una señora que lo guardaba todo en un gran cofre que tenia, como si fuera una reliquia preciosa: hasta la cáscara de los huevos, y más de un vivo podria atestiguar la verdad de este caso. Diga ahora conmigo el lector: ¿qué significacion podria tener en la casa de esa señora el nombre humanidad?

Esto es un motivo curioso de estudio, porque el lector comprenderá sin duda las infinitas gradaciones que deben mediar, desde balbucear los buenos dias á un mendigo, hasta doblar ambas rodillas ante un emperador.

Su tarea más importante había de ser, por consiguiente, proporcionar al lector los medios más eficaces de conocer con fruto y con interés lo más esencial de esta poesía dramática, en cuyo caso eran indispensables extractos ó indicaciones de los escritos de más mérito. Y si así lo exigían imperiosamente las razones alegadas, había además otras, que también lo aconsejaran.

Vamos a ensayar por medio de algunos estractos de ambas obras el modo de que el lector pueda comparar el espiritu de estas dos piezas estraordinarias.

En las noches en que el personaje egregio penetraba o se suponía que penetraba con misterioso recato en casa de Rafaela, se cuenta que poco antes venía un sujeto de honrosa servidumbre trayendo en su coche dos tatarretes. ¿Qué pensará el curioso lector que dichos tatarretes contenían? La gente lo declaraba como si lo hubiese visto y probado. En el uno había leche, y manteca de vacas en el otro.

Al fin lo consiguió, la besó con mucho cariño en la frente, y dejándola bien arropada y acurrucada, se salió de la alcoba diciendo: Amanecerá Dios y medraremos. No quiero tener por más tiempo suspenso y sobresaltado al lector y en incertidumbre sobre la suerte de don Paco.

Lo que no existe para mismo, no es yoEl panteismo idealista no puede ser establecido de una manera mas explícita y al propio tiempo mas gratuita: se asombra uno de tener que ocuparse seriamente de tamañas extravagancias. Pero ellas meten ruido porque son desconocidas; y así conviene presentarlas al lector tales como son, aun á riesgo de fatigarle. Dejémosle continuar. «Aclaracion.

Vestía calzón de paño negro a media pierna, zapatos de pana con hebillas de piedra, casaca y chaleco de terciopelo, pendiendo de este último una gruesa cadena de plata con hermosísimos sellos. Si añadimos que gastaba guantes de gamuza, habrá el lector conocido el perfecto tipo de un esculapio de aquella época.

Puedo ofrecer al lector la lista de todos los privilegiados.