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Actualizado: 5 de mayo de 2025
En ese momento, cuatro sayones, aprovechando de la creciente confusión, levantaron a Aixa sobre la pila de leña, y habiéndola desvestido hasta la cintura, comenzaron a ligarla contra el madero. Ella ablandaba su cuerpo y echaba los brazos atrás para facilitar el suplicio. El ocaso hizo resplandecer cual claro marfil su admirable desnudez.
Cuestión de pocos días. En el pueblo, hija mía, los procedimientos son breves. Ya ves cómo se matan. Pues lo mismo es el amor. Un día le dije: «Si quieres probarme que me quieres, huye de tu casa conmigo». Yo pensé que me iba a decir que no. Pensaste mal... sobre todo si en su casa había... leña. La respuesta fue coger el mantón, y decirme vamos. No podía salir por la Cava.
Todos dicen, que en varios parages del Estrecho hay leña y agua dulce, y por eso haria allí esas dos poblaciones; las cuales cosas no se encontraron en las costas, antes del Estrecho en los puertos que hay: que si se encontraron con pastos y tierra de sembrar, yo juzgo que hubieran sembrado los españoles.
En el ínterin, mucha leña a mano y buena lumbre sin cesar. Antes de salir de la cocina, miré por los cristalejos de la puerta que da al balconazo de aquella fachada, y vi que continuaban ennegreciéndose los celajes y que ya blanqueaban un poco los picachos de enfrente y hasta las praderas del valle por algunos sitios.
Cada Oficial, sin esto, hizo su alambico para su casa, y muchos vivanderos hicieron los suyos, con que sacaban agua para vender. Vendíanla al principio á un real el cuartucho; después fué faltando leña, y vino á valer á dos reales el cuartucho, ques media azumbre de la medida de España. Esta agua fué muy gran parte á que no muriese mucha más gente de la que murió.
Se acabó de hacer la aguada, leña y sementeras: despaché al Cacique Negro con sus indios, habiéndole regalado aguardiente, harina, bizcocho y porotos, quedándome listo para por la mañana emprender mi viage al Rio Negro. Al anochecer vino á bordo el Cacique Negro, pretendiendo con fuertes instancias una carta para el Exmo.
Siempre ha sido lo mismo; primero se metió á fraile para holgazanear, y porque una mozuela no le quiso, y ahora se me marcha á la guerra dejándome vieja y pobre, sin un alma de Dios que me traiga un brazado de leña del monte.... Consoláos, buena mujer, que con la protección de Dios él volverá sano y salvo y no sin su parte de botín.
Pues, sin embargo, hay cada viejo... No te fíes, que es como la leña verde: no arde; mucho chisporroteo y mucho humo, pero poca llama. No quería misia Gregoria, a pesar de estas declaraciones, dar su brazo a torcer. ¿Y cómo, si en su larga vida de casada, nunca había visto a Esteven salir más a menudo, entrar más tarde, andar más preocupado, más sin sosiego, más sin sueño, que esta vez?
El ganado rumiaba la yerba seca en el fondo de los establos; los paisanos mascaban las castañas al amor de la lumbre y sólo salían cuando escampaba para abrir y limpiar las pequeñas acequias de los prados, ó revisar las paredillas y setos que las cierran. También solían ir al monte á cortar leña ó en busca de helecho y árgoma para hacer cama á las reses.
Hoy, con sus cincuenta años y los cabellos grises, me parece más encantadora que nunca. Mi madre vive ya constantemente en nuestra casa de Izarte. Le gusta estar siempre en la cocina hablando con las muchachas y con mis hijas, echando leña al fuego y murmurando contra mi mujer.
Palabra del Dia
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