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Actualizado: 16 de julio de 2025
Así de Libertad sucumbe el hijo: Sobre la Patria el pensamiento fijo, Abrazando las gradas de su altar; Como Castelli y cual Beron de Astrada, Como Lavalle de alma no domada, Muere para vivir, vida inmortal.
En este estado de cosas, concluída la paz en el Brasil, desembarca la primera división del ejército mandado por Lavalle.
Cuando Lavalle se acercó a Buenos Aires, el Fuerte y Santos Lugares estaban llenos, a falta de soldados, de negras entusiastas vestidas de hombre para engrosar las fuerzas. La adhesión de los negros dió al poder de Rosas una base indestructible.
El cura había escrito al señor de Pavol para notificarle que la señora de Lavalle se hallaba enferma, pero los progresos de su mal fueron tan rápidos, que mi tío recibió el despacho que le anunciaba el desenlace fatal, antes que hubiese contestado a la carta del cura. Y nos telegrafió, en seguida, participándonos que no le era posible asistir al entierro.
Lavalle no sabía, por entonces, que matando el cuerpo no se mata el alma, y que los personajes políticos traen su carácter y su existencia del fondo de las ideas, intereses y fines del partido que representan.
Lavalle había sido menos afortunado en Buenos Aires, y Rosas, que estaba destinado a figurar un papel tan sombrío y espantoso en la historia argentina, ya empezaba a influir en los negocios públicos y gobernaba la ciudad.
Pero me pareció que debía hacerle creer que sabía mucho a su respecto, y que de ese modo daba pruebas de una gran diplomacia. Y salí majestuosamente, dejando a mi tía desahogándose entre los brazos de Susana. Declarada estaba la guerra y desde entonces pasé todo mi tiempo en luchar con la señora de Lavalle.
La influencia de las negras para con ella, su favor para con el Gobierno, han sido siempre sin límites. Un joven sanjuanino estaba en Buenos Aires cuando Lavalle se acercaba en 1840; había pena de la vida para el que saliese del recinto de la ciudad.
En el Zarzal; una quinta espantosa, con una espantosa tía que ¡gracias a Dios! ha muerto. En todo caso, vuestro nombre señorita es de los más conocidos; en 1423 había un caballero de Lavalle que se parapetó en el monte de San Miguel. ¿Sí? ¿Y qué hacía allí ese caballero? Defender el monte atacado por los ingleses. ¿En lugar de bailar? ¡Qué tonto!
Si Lavalle hubiera hecho la campaña de 1840 en silla inglesa y con el paletó francés, hoy estaríamos a orillas del Plata arreglando la navegación por vapor de los ríos y distribuyendo terrenos a la inmigración europea.
Palabra del Dia
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