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Actualizado: 16 de julio de 2025
Lavalle, tu cabeza De penas fué calvario, Y vaso lacrimario Tu grande corazon: Y los cautivos pueblos Vertieron en tu seno El llanto de amor lleno Que el pueblo derramó. Luchando cuerpo á cuerpo Caiste en noble guerra, Sobre la misma tierra, Que tu sudor regó. Y el corazon del mártir Que atesoraba el llanto Un génio sacrosanto Del cuerpo arrebató.
Una cosa debo notar de paso, y es que López, vencido en varios encuentros, solicitaba en vano una paz tolerable; que Rosas piensa seriamente en trasladarse al Brasil . Lavalle se niega a toda transacción, y sucumbe. ¿No véis al unitario entero en ese desdén del gaucho, en esa confianza en el triunfo de la ciudad?
Uno de mis tíos, el coronel don Antonio Cané, después de la muerte del general Lavalle, en Jujuy, acompañó el cuerpo de su general hasta la frontera de Bolivia, junto con los Ramos Mexía, Madero, Frías, etc.
Quiero saber si mi tía tenía razón al decir que todos los hombres eran unos herejes. Que, ¿le faltaba el sentido común? Tuvo mucho el día que se fue al otro mundo; pero fue la única vez respondí con calma. El señor de Pavol me miró con evidente sorpresa. ¡Ah, sobrina! ¡Tienes una claridad para expresarte! Qué, ¿no te llevabas bien con la señora de Lavalle? Cabal.
Petrilla aprovechaba del sopor general para lanzar alguna ojeada al banco vecino al nuestro, y Reina de Lavalle se preparaba a meditar sobre las vicisitudes de la vida representadas por una tía y el aburrimiento de los sermones.
En Puente Márquez deja atónito al ejército con sus hazañas, y después de todas aquellas correrías, queda en Buenos Aires con los demás oficiales de Lavalle. Arbolito, Pancho, el Yato, Molina y otros bandidos de la campaña eran los altos personajes que ostentaban su valor por cafés y mesones. La animosidad con los oficiales del ejército era cada día más envenenada.
¡Señor cura! exclamaba yo impaciente ¡hum, hum! no es un argumento muy convincente. Permitidme, permitidme contestaba el buen hombre, perturbado en el saboreo de su comida; creo que la señora de Lavalle va más allá de su idea al emplear esta expresión: agentes del diablo; pero también es cierto, que hay muchos hombres, que no son acreedores de una gran confianza.
Palabra del Dia
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