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Actualizado: 6 de julio de 2025
Allí lavaba las pocas camisas que el tenia, y le guisaba la comida; el decia que era yo muy bonita, y tambien he de confesar que era muy lindo mozo, y que tenia la carne suave y blanca, pero poco entendimiento, y ménos filosofía: y á tiro de ballesta se echaba de ver que no le habia educado el doctor Panglós.
6 cuando lavaba yo mis caminos con manteca, y la piedra me derramaba ríos de aceite! 7 Cuando salía a la puerta a juicio, y en la plaza hacía aparejar mi silla, 8 Los jóvenes me veían, y se escondían; y los viejos se levantaban, y estaban en pie. 9 Los príncipes detenían sus palabras; ponían la mano sobre su boca; 10 la voz de los principales se ocultaba, y su lengua se pegaba a su paladar;
Por las mañanas, cuando se lavaba al aire libre, desnudo de cintura arriba, producían admiración los costurones y profundas cicatrices que constelaban su cuerpo, recuerdos, según él, de heroicos combates por mar y tierra contra la tiranía de las aduanas.
Los días siguieron así, sin variación notable, y llegó el 23 de junio. Aquel día, Quilito almorzó en casa, o mejor dicho, no almorzó, porque todo el tiempo se lo pasó renegando de los bodrios de Catalina, de Pampa, que era una sucia, que así limpiaba los cubiertos como se lavaba mal la cara; del pan, sin cocer, del vino, agrio... Y don Pablo, siempre paciente, trataba de calmarle.
No comprendía que un hombre tuviera que descender a estos oficios habiendo tantas mujeres en el mundo, y se informaba menudamente de las particularidades de la vida de colegio; cómo los trataban, qué comían, a qué hora se acostaban, quién les hacía las camas, les lavaba la ropa y se la planchaba; si los colchones eran duros o blandos, si bebían vino, cuántas veces a la semana les mudaban las toallas, etc., etc.
Quiso incorporarse, exhalando un gran suspiro, y lo hizo, ayudado por la persona que había entrado y no era otra sino Primitivo; pero apenas estuvo en pie, un atroz dolor en las articulaciones, una sensación de mazazo en el cráneo le echaron a tierra nuevamente. Desmayóse. Abajo, Máximo Juncal se lavaba las manos en la palangana de peltre sostenida por Sabel.
Tomé el jabón con tanto desvarío 1905 Para lavar de un bárbaro despojos, Que hasta los paños me llevaba el río, Mayor con la creciente de mis ojos. Cantaban otras con alegre brío, Y yo, Leonor, lloraba mis enojos: 1910 Lavaba con lo mesmo que lloraba, Y al aire de suspiros lo enjugaba.
En extremo gustaba él de ver a Juanita charlar en la fuente o subir la cuesta con el cantarillo en la cadera o con la ropa ya lavada sobre la gentil cabeza, más airosa y gallarda que una ninfa del verde bosque, y más majestuosa que la propia princesa Nausicaa, que también lavaba la ropa cuando, sin desconcharse ni echar las ínfulas por el suelo, solían hacerlo las princesas, allá en los siglos de oro.
Cualquiera diría que no rompe plato, y es capaz de sacarle los ojos al verdugo Grano de Oro. ¿Si no conoceré yo las uvas de mi majuelo? ¿Conque te apestan las barbas? ¡Miren a la remilgada de Jurquillos, que lavaba los huesos para freírlos! ¡Pues has de ver toros y cañas como yo pille al alcance de mis uñas al barbilampiño que te baraja el juicio!
La iglesia y la casa rectoral estaban un buen trecho más allá, en una angostura sombría y húmeda. Todo dormía en el silencio más completo cuando el joven sacerdote llegó. Las gallinas picoteaban en la calle delante de la casa; un gato rabón se lavaba la cara sentado sobre la paredilla de la huerta, y un mastín desorejado dormía de bruces sobre la tabla del hórreo vecino de la casa.
Palabra del Dia
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