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Actualizado: 18 de junio de 2025


Entraron en un gran salón irregular, pintado de amarillo, color con el que se había combinado el humo de las candilejas de hoja de lata clavadas de trecho en trecho en la pared. Pero nos olvidamos de que nos hemos puesto fuera del epígrafe de este capítulo, hacemos una pausa y pasamos al siguiente. Aquellas candilejas de hoja de lata, aunque era medio día, estaban encendidas.

El salón se vaciaba por momentos. Era la fuga prevista apenas se levantaba el señor de la comisión a contestar a las oposiciones, teniendo al lado un rimero de papeles. Una lata, ¡huyamos! Y pasaban por enfrente de Rafael, atravesando el hemiciclo, los grupos de compañeros; mientras arriba en las tribunas la dispersión era general, como si el edificio se incendiase.

Lea estos papeles, por vida del licenciado, que no ha salido en campaña ¡voto a Cristo! hombre ¡vive Dios! tan señalado"; y decía verdad, porque lo estaba a puros golpes. Comenzó a sacar cañones de hoja de lata y a enseñarme papeles, que debían de ser de otro a quien había tomado el nombre. Yo los leí, y dije mil cosas en su alabanza, y que el Cid ni Bernardo no habían hecho lo que él.

TOMATE AL NATURAL. Se lavan los tomates, se secan, y muy apretados se colocan en botes de hoja de lata. Después de bien llenos se sueldan y cuecen cuatro horas al baño maría.

Aunque se sintiese herido en lo vivo por esta réplica indirecta, el P. Melchor no osó responder, y prefirió hacerse el distraído devorando su enojo. Por más que no la confesasen, todos los clérigos de Peñascosa sentían la superioridad del P. Gil, que achacaban, por supuesto, a que era el único entre ellos que había seguido la carrera lata de teología.

Lo primero que pensó al mirar el reloj fué que Flora pudiera haberse marchado sin despedirse y llamó en alta voz á D.ª Robustiana. No, Flora aún estaba en su cuarto arreglándose. D. Félix, cuando se hubo retirado el ama de gobierno, abrió su armario, acercó á él una silla, se encaramó sobre ella, sacó algunos legajos y tomó un bote de hoja de lata que había detrás de ellos.

Lea estos papeles -me dijo-, por vida del licenciado, que no ha salido en campaña, ¡voto a Cristo!, hombre, ¡vive Dios!, tan señalado. Y decía verdad, porque lo estaba a puros golpes. Comenzó a sacar cañones de hoja de lata y a enseñarme papeles, que debían de ser de otro a quien había tomado el nombre. Yo los leí y dije mil cosas en su alabanza y que el Cid ni Bernardo no habían hecho lo que él.

OTRA FÓRMULA. Se toma un cuarto de kilo de solomillo de ternera y se corta a tiras, y lo mismo se corta media libra de jamón y una lata pequeña de trufas. Se baten cuatro huevos, y con miga de pan rallado y una copita de ron se hace una pasta.

Su siempre viva imaginación veía las monedas que había tenido, la media onza, la pieza de a cuatro, los tres duros algo anticuados y por lo mismo más valiosos. ¿En dónde estaban? Poco a poco fue recordando que la primera había caído en tal tienda, la segunda más allá, y que a ocupar su lugar venían pesetas gastadas y algún duro flamante que parecía de lata.

Como D. Zacarías él también ahuchaba doblones de oro en botes de hoja de lata y los escondía en el desván. Nada tendría de extraño que aquellos bandidos se tomasen la molestia de andar un poco más para recogerlos. Antes que esto acaeciese, D. Félix estaba resuelto á defenderse hasta quemar el último cartucho. En este caso, duraría el fuego lo menos quince días.

Palabra del Dia

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