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Actualizado: 5 de junio de 2025


Lo he visto en el fuego y respondo de él. Tómelo, y tendrá usted mi reconocimiento y el suyo. La señora de Laroque se rió mucho de mi manera de recomendar á las gentes, pero finalmente parece que era buena, puesto que tuvo éxito.

Sorprendí una ó dos veces sus miradas clavadas sobre con una especie de perplejidad extraordinaria. La señora de Laroque, por su parte, me miraba á menudo con aire de inquietud y de indecisión, como si hubiera deseado y temido al mismo tiempo, entablar conmigo alguna conversación penosa.

Yo no había pensado en reclamar tal cosa, no habiendo hallado mención alguna de ella en los contratos anteriores, redactados por mi hábil predecesor, y que me servían de modelo. No saqué por el momento ninguna conclusión de esta circunstancia, pero cuando fuí á entregar á la señora de Laroque este don de fausto advenimiento, su sorpresa me asombró. ¿Qué significa esto? me dijo.

La señora de Laroque no parecía muy opuesta al matrimonio, y en cuanto al señor de Bevallan después de los Laroque, es el más rico del país; pero la señorita, sin pronunciarse positivamente, ha querido tomar tiempo para reflexionar. Pero si ama al señor de Bevallan y si puede casarse cuando quiera, ¿por qué se la ve siempre triste y distraída?

Se había dejado la puerta del salón entreabierta y me fué inevitable oir estas palabras pronunciadas por el señor Laroque con el tono de bondad, aunque un poco irónico que le es habitual: ¡Vaya, vaya! no se puede comprender á Laubepin, que me anuncia un muchacho de cierta edad, muy sencillo, muy juicioso, ¡y que me envía un señor como éste!

Además, le debo un reconocimiento particular; que ha sido usted consultado á propósito de mis pretensiones á la mano de la señorita Laroque, y que puedo jactarme de su apreciación. ¡Dios mío! señor, pienso no haber merecido... ¡Oh! replicó riendo que no ha abundado en mi favor; pero en fin, no me ha perjudicado. Confieso también que me ha dado pruebas de una sagacidad real.

Saqué esta nota de mi cartera y me puse á estudiar sus términos que reproduzco aquí exactamente. Castillo de Laroque d'Arz Oriundo de la Bretaña volvió á ella hará como treinta años, en compañía del difunto Pedro Antonio Laroque, su hijo único, esposo de la 4.º Señora Aubry, viuda del señor Aubry, cambista, fallecido en Bélgica, prima en segundo grado, recogida en la casa, índole agria. Quemad.

El criado de cabellos grises que me recibió á la llegada, y que se llama Alain, me esperaba en el vestíbulo para decirme de parte de la señora Laroque que no tenía tiempo de pasar á mi alojamiento antes de comer, y que me hallaba bien como estaba. En el momento mismo en que entraba al salón, una sociedad de unas veinte personas salía para el comedor con las ceremonias usuales.

El capitán Laroque, con el cuerpo encorvado y la cabeza pendiente, continuaba fijando sobre su incierta mirada. En fin, pareciendo hallar de pronto un asunto de conversación de un interés capital, me dijo con voz sorda y profunda: El señor de Beauchêne ha muerto.

La señora de Laroque cayó en un abismo de reflexiones, en cuyo fondo, es probable hallara la sombra venerable del padre Hivart; después alzando ligeramente los hombros, fijó su mirada en , luego sobre las piezas de oro, una vez más sobre , y apareció perpleja.

Palabra del Dia

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