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Actualizado: 18 de julio de 2025
¿De modo que me estaré aquí hasta anochecida? No, porque tengo que hacer, tengo que salir...». ¡Don José puso una cara tan triste!... Sus ojos vivos se amortiguaron como la llama de la exhausta lámpara colgada delante del santo. «Tengo que hacer dijo Isidora, sacando una carta . Y usted me va a hacer el favor de llevar ahora mismo esta carta a Joaquín». Don José dio un gran suspiro.
¡Jesucristo! exclamó Quevedo en voz muy baja : ¿sera verdad lo que me habéis dicho acerca de ser pieza mayor el rey? En el lecho de la reina, más allá de ella, á quien da la luz de la lámpara sobre el bello semblante dormido, hay un bulto. Y en un sillón junto al lecho, vestidos de hombre. Y un rosario de perlas. ¡Ah! ¡es el rey!
A los pocos momentos, mucho antes de que mis amigos llegasen a la puerta del castillo y antes también de que Juan pensase en abrirla, se oyó un gran estrépito en la habitación iluminada, como si la lámpara hubiese sido arrojada violentamente al suelo y desapareció la luz que salía por la ventana.
«¡Si no te largas, de la patada que te doy...!». Fue tras ella; pero Papitos se puso a salvo. Parecía que volaba. Desde el fondo del pasillo, en la puerta de la cocina, repetía sus burlas, haciendo con las manos gestos de mico. Volvió él a su cuarto muy incomodado y a poco entró ella otra vez. «¿Qué buscas aquí?». Vengo a por la lámpara para aviarla...
Inés me miró un rato casi como a un extraño, y apartando bruscamente mi mano y el cigarro, su voz se rompió: ¡Esteban! Qué torné a decirle. Esta vez bastaba. Dejó lentamente mi mano y se reclinó atrás en el sofá, manteniendo fijo en la lámpara su rostro lívido. Pero un momento después su cara caía de costado bajo el brazo crispado al respaldo. Pasó un rato aún.
En aquella noche, mientras representaban Les Cloches de Corneville, Basilio estudiaba delante de una vieja mesa, á la luz de una lámpara de aceite, cuya pantalla de cristal opaco sumía en media claridad su melancólico semblante.
El motivo de haber dicho esto la chiquilla con relativo juicio y serenidad, fue que se oyeron los pasos de doña Lupe, y su voz temerosa: «Mira, Papitos, que voy allá...». Tía, venga usted... Está de jarana... ¡Acusón! le dijo por lo bajo la chicuela al coger la lámpara , feón.
Asunto concluido; no había ya para qué buscar. La cabeza baja, el rostro oculto entre las manos, permaneció inmóvil largo rato ante su diario devastado. La habitación estaba mal alumbrada por una bujía no había tenido tiempo de encender la lámpara y llena de sombras negras, inquietantes. En las habitaciones próximas jugaban los niños, gritando y riendo.
¿Qué quieren que toque? preguntó Ricardo mientras procuraba encender una lámpara de pie que estaba junto al piano. Lo que quieras le contestó Lorenzo, aunque sea el quinto nocturno. No, voy a tocar dijo sentándose en la banqueta la serenata de Schuber.
Leonora se fijaba en él: le examinaba a la luz de la lámpara de la habitación, como si buscase la diferencia con aquel otro muchacho que había conocido en el paseo a la ermita. La vieja, reanimada por la presencia de los dos hombres, se enteraba del peligro. Ya no subía el agua; hasta podía afirmarse que comenzaba a descender lentamente.
Palabra del Dia
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