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De seguro que, no ahora, cuando en Inglaterra todo parece shocking, pero ni en tiempo de Shakespeare se lamentaría en la buena sociedad ninguna señorita como se lamenta Julieta diciendo: ...I'll to my wedding-bed; ¡And death, not Romeo, take my maidenhead!

La tía Simona sale la última; y mientras se lamenta de haber dejado de rezar el rosario por causa del jaleo, y jura que al día siguiente ha de rezar dos, guarda en el arcón que ya conocemos los despojos del pan, del azúcar y de la manteca, para que en el primer día de Pascua pueda la familia, «manipulándoselo bien», recordar, con algo más que la memoria, la noche de Navidad.

Comienza entonces una escena tan atrevida como original, calculada toda ella para producir la impresión más profunda; pero falta en las palabras de Isabel, que se lamenta de su suerte, y llora arrodillada ante su padre, esa expresión sencilla y natural, que su especial situación exigía; su narración está llena de galas retóricas, metáforas y antítesis.

Pero cuando papá se lamenta de no ser suficiente para atenderme, no tiene razón, yo doy gracias al Señor de haberme dado un padre como el mío, que me quiere tanto, que satisface hasta mis menores deseosTambién ella temía no bastar al contento de su padre, y no era tanto por misma como por él que pensaba que si hubiera tenido una hermana, entre las dos habrían conseguido mejor hacerlo feliz.

Lope de Vega, en su Nuevo arte de hacer comedias, se lamenta de la inverosimilitud de que los romanos aparezcan en el teatro con calzas, y el viajero, citado antes, dice expresamente que ha visto en los teatros de Madrid á los griegos y romanos vestidos á la española.

Ocupan el mismo lugar, en donde la abandonó la vez primera, al pie de la ciudadela morisca de Benamejí. Fuera de por su equivocación, maltrata á la desventurada, y se propone abandonarla de nuevo. Dorotea se lamenta y procura mover su compasión; pero el inexorable libertino toma una resolución aún más horrible, y llama á los moros para venderles la mísera seducida.

Quizas no será difícil descubrirlo en la misma apología; quizas no sea difícil notar la vanidad insufrible, el carácter áspero, la petulancia, la maledicencia, que le habrán atraido el odio de los unos, el desvío de los otros, y que habrán acabado por dejarle en el aislamiento de que injustamente se lamenta. El arruinado.

Una dulce alegría, turbada por ligeros remordimientos, embarga su espíritu. Sin dejar de sentir infinita gratitud hacia Jaime, por no haberse indignado cuando le reveló el misterio de su corazón, lamenta no ser ya el único dueño de su querido secreto. Teme que una palabra, menos aún, una mirada, un gesto de Jaime, no sea una revelación para María Teresa. Y eso, Juan, no quiere que suceda.

Lo peor es que la característica también le pide otra frase para adornar un mutis que, bien aderezado, puede ser de gran lucimiento para ella; y que el galán afirma que tal ó cual escena es empachosamente larga, y conviene á todo trance aligerarla; y que el actor cómico se lamenta de que su papel es corto, y hay en él pocos chistes... Batiéndose en retirada, el autor infeliz promete á todos lo mismo: Yo lo pensaré, yo lo estudiaré... Desde luego, lo que usted indica me parece muy bien.

En la segunda, se lamenta, se entristece, no piensa más que en su mala salud, envidia la suerte de las jóvenes más favorecidas en este concepto y acaba por dar un ejemplo notable de rebelión en el celibato. Sin mi mala salud murmura, hubiera podido casarme... A mi mala salud debo, pues, el tener que vivir sola...