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Esta noticia infunde en el enamorado nuevo vigor, y, aunque no libre del todo de recelo, se apresura á encaminarse á Verona. En la escena siguiente vemos á Antonio y al conde París lamentándose de la muerte de Julia. Antonio, ya sin herederos, resuelve casarse con su sobrina Dorotea, para que su fortuna no pase á otra familia después de su muerte.

Y así era, en efecto: Currita había depositado en el Banco de España los 15.000 duros ganados a la lotería por Velarde, y escrito luego una carta a la madre de este, dándole el pésame por la heroica muerte de su hijo y lamentándose de aquel duelo a que su excesiva caballerosidad le había arrastrado.

Y lanzando en torno una mirada escrutadora, que brillaba entre sus cejas como el sol entre nubarrones, añadió: Todos tenemos aquí los mismos intereses, y se puede hablar claro... De ser cierto lo que Isabel dice, el tal nombramiento traerá cola... Lo de la abdicación es exacto, pero fue un olvido; yo estaba allí también, y me lo contó Pepe Cerneta, y la misma señora me lo repitió, lamentándose de ello... Por eso, cuando noté que Currita se había resentido, escribí yo mismo a la reina, aconsejándola que la desagraviara...

En las reuniones buscaba siempre á las personas graves, lamentándose con ellas de la ligereza y la corrupción de los tiempos presentes. Se había fijado en la asiduidad con que el ingeniero seguía á su hija, en su afición á bailar juntos y en sus conversaciones aparte. Además, tenía noticias de varios encuentros, demasiado casuales, en los paseos de la ciudad.

Solamente el viento, que casi nunca dejaba de soplar fuerte en la torre, producía ruidos extraños, sobre todo por la noche, suspirando unas veces, riñendo otras y lamentándose constantemente de que le tuviesen herméticamente cerradas las ventanas.

Hallándose presentes la de Jáuregui y su sobrina, estuvo la Dura un ratito como quien desea romper a toser y no puede. Las tres mujeres la miraban con pena, lamentándose de no saber aliviarle aquel ahogo... «Bebe un poco de agua» le dijo Fortunata incorporándose. Pero aquello pasó, y la infeliz volvió a hablar, cortando mucho las frases y tomando aire a cada palabra.