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Si examinamos ahora las demás comedias de esta clase de Moreto, vemos defraudadas nuestras esperanzas, si para fomentarlas nos fiamos del mérito indisputable de la de El Justiciero.

Relataban los periódicos sus genialidades como si fuese un personaje nacional; sufría el gobierno interpelaciones en las Cortes, prometiendo una captura pronta, que jamás llegaba; concentrábase la Guardia civil, movilizándose un verdadero ejército para su persecución, mientras el Plumitas, siempre solo, sin más auxiliares que su carabina y su jaca andariega, deslizábase como un fantasma por entre los que le iban a los alcances, les hacía frente cuando no eran muchos, tendiendo alguno sin vida, y era reverenciado y ayudado por los pobres del campo, tristes siervos de la enorme propiedad, que veían en el bandido un vengador de los hambrientos, un justiciero pronto y cruel, a modo de los antiguos jueces armados de punta en blanco de la caballería andante.

Esta es la pierna de un ladrón descuartizado en Dunán y que por orden del justiciero mayor llevo á Milton para clavarla allí en un poste donde todos la vean y sirva de escarmiento. ¡Peste! exclamó el barón. Hacéos á un lado con vuestra carga. Seguidme al trote, escuderos, y dejemos atrás cuanto antes á este ayudante del verdugo. ¡Uf!

Caragòl predicó moral al hijo de Ferragut; una moral á su modo, interrumpida por frecuentes caricias al vaso. Estevet, hijo mío, respeta mucho á tu padre. Imítale como marino. bueno y justiciero con los hombres que mandes... pero ¡huye de las mujeres! ¡Las mujeres!... No había tema mejor para su elocuencia de ebrio piadoso. El mundo le infundía lástima.

El Rey pregunta cuya es la posesión en que se encuentra, averiguando que es de Don Tello, y, después, siguiendo la conversación, que es un grande orgulloso y rebelde á la Corona, y la infamia cometida con Leonor y Don Rodrigo, y se obliga á dar satisfacción á ambos, porque su posición al lado de Don Pedro el Justiciero es de alguna importancia.

Bobadilla no fue, en sus procedimientos, más que un justiciero expeditivo a estilo de la época. El mismo Las Casas, amigo del Almirante, reconoce que era «persona de rectitud». Al ser enviado Colón a España preso y con grillos, la reina lamentó mucho tal «descortesía», pero no lo repuso en el gobierno de la isla, prohibiéndole además que volviese a ella.

La más famosa de las composiciones trágicas de nuestro autor es, desde hace tiempo, El valiente justiciero, que puede clasificarse entre las más celebradas de todo el teatro español. No es posible, con los datos de que disponemos, averiguar hasta qué punto, siguiendo su costumbre, utilizó Moreto trabajos dramáticos ajenos.

Al terminar el siglo XIX, cuando nadie cree ya en nada, no puede menos de hacer brillante efecto un justiciero, un enderezador de entuertos. Marenval escuchó el relato de Tragomer con una atención apasionada, palpitando por sus episodios y estremeciéndose por sus peripecias.

La comisión cumplió su encargo, embarcando en Mauban, en 20 bancas y 1 pontín, el Real Tesoro, que pesaba unos 700 quintales. A los pocos días se encontraba toda la plata en poder del justiciero y valiente magistrado. Dos días permanecimos en Mauban, y al terminar aquellos emprendimos el camino de Lucban.

El cura de Boán sacudía estacazo limpio, con regularidad y energía infatigables. El de Naya, incapaz de mantenerse dentro de los límites de su papel justiciero, insultaba, reía y vapuleaba a un mismo tiempo a los beodos.