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Actualizado: 27 de junio de 2025


Unas veces viene un mozo de cordel a traerle cartas; otros días baja ella y, ahí arriba, en los soportales de la calle Imperial, enonde está la cubería, se ponen a hablar: él no es mu jovencito; es un cabayero ya formal, ¿entiende Vd.? una joven lo peor. ¿Está Vd. segura? Como de que estos pelos fueron negros repuso, mostrándole el moño encanecido.

Embistió al filósofo denodadamente, pero el otro le cogió por la cintura y le cargó como a un niño, obligándole a sentarse en sus rodillas, a pesar de sus esfuerzos rabiosos por soltarse... , le dejaría ir cuando se calmara, pero no solo: él no se fiaba de su buen juicio, ahora que le había visto hecho un loco, como si quisiera tirarse al río; ya lo creo que le llevaría a su casa, y de la mano, como se hace con los chicos que se ha encontrado raboneando en el Bajo. ¿Qué desatinos eran esos que acababa de decir? ¡qué Penitenciaría, ni qué as de copas, ajo! alguna tunda de papaíto, por haber entrado tarde o hecho una diablura de jovencito desbocado.

Para que pueda Vd. darse cuenta de la condición de aquel tío, de don Ulpiano, bastará un rasgo. Tenía un hijo único, muy jovencito, de no mucho entendimiento, que por culpa de malas compañías, de tacañería, descuido y desamor de su padre comenzó a malearse; contrajo deudas y firmó un pagaré de cuatro mil reales.

No se le ocultaba al mísero que Rosa le despreciaba más a medida que iba gustando el trato del jovencito madrileño.

Tres o cuatro veces se detuvo delante de los escaparates aunque se advertía que más que por curiosidad se paraba por el estado nervioso en que la persecución tenaz del jovencito la había puesto. Cerca de la Puerta del Sol, sin duda para huirla, resolvióse a entrar en la joyería de Marabini.

No vagaban sin rumbo bajo los largos corredores de la Casa de Gobierno, buscando aquí y allá una oficina desconocida, como cualquiera 19 viuda que busca pensión, empleo para un jovencito que es una monada, o beca para una señorita joven pero honrada; no señor, ellas iban seguras a su objeto, serenas, tranquilas, y no necesitaban indicaciones ni lazarillos.

Habiendo quedado ésta en silencio algunos instantes, un jovencito escuálido, de pelo rubio y ojos tiernos, se atrevió a levantarse, y con voz turbada pidió permiso a D.ª Fredesvinda para leer una poesía que había escrito en su honor.

El amigo de los botones de áncora iba a responder, cuando un rumor, al principio lejano y en seguida más próximo, lo impidió; se distinguía una voz de hombre tímida y suplicante, y una voz de mujer agria y regañona. ¡Grandísimo embustero, te voy a confundir! dijo ella al entrar, con las ropas en desorden y arrastrando a un jovencito de unos quince años.

Es delgada... bastante delgada... ¡Y, además, es muy exigente...! ¡Ya lo demostró con bastantes hombres...! Y, al tratarse de un jovencito como usted, en seguida iba usted a enfurruñarse...! C

En el inferior, Escosura decía con tono desdeñoso al director de las minas: ¿Sabe usted que ese jovencito médico ha estado bastante imprudente al emitir sus ideas materialistas? Materialista no si es. Lo que hace gala de ser, y por eso le adoran los operarios, es socialista. ¡Peor que peor!

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