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Don Braulio se serenó siguiendo los consejos de su mujer: procuró reír y mostrarse contento, y hasta excitó a su mujer y a Inesita a que se divirtieran. De esta suerte llegaron a los Jardines, tomaron billetes y entraron. Aquella noche había en los Jardines más gente que de costumbre.

Estabas aun radiante de hermosura; mas tu hermosura no bastó para conmover á tus vencedores. ¿Qué se hicieron tus encantados palacios de Medina Azarah ¿qué tus embalsamados jardines de la Rusafa, donde plantó su palma Abd-el-rhaman I ? ¿qué tu biblioteca de Merwan, tesoro de la ciencia y la poesía de tus ilustres hijos?

Miéntras que mi esposa conversaba alegremente en los jardines con la ilustrada esposa del Sr. Como la observacion y el trato con las gentes de buena sociedad me han probado que las opiniones del Sr. B predominan en las distinguida clase á que él pertenece, no vacilo en dar á mis lectores un breve resúmen de las reflexiones que me hacia el sabio agrónomo y eminente químico.

Pero siendo el Palacio Real uno de los grandes prodigios de la monarquía absoluta, claro es que al pasar aquel régimen, debió perder no poco de su antiguo esplendor. En espacio es en lo que menos ha perdido, y tres calles se han hecho á expensas de sus encantadores jardines; las calles de Valois, de Beaujolais y de Montpensier.

La punta ruinosa, mordida por el mar, con cuevas que amenazaban convertirse en estrechos, sin entrada fija, aislada de tierra firme por los jardines de Villa-Sirena y defendida por una pared hostil, representación inexpugnable del derecho de propiedad, era para don Marcos un motivo de indignación y de escándalo.

De cada veinte se puede afirmar que una, a lo más, y no es mucho, suele encomendarse al diablo para que la vista y la peine, por donde aparece en los Jardines hecha una tarasca; pero las otras diez y nueve van como Dios manda; unas de mantilla, otras de sombrero, y no pocas son muy guapas, sea como sea lo que lleven.

En la cima de la montaña brillaba un relámpago, y al cesar se veía, en lugar de esa montaña, un palacio resplandeciente de oro y piedras preciosas, con columnas de cristal y capiteles de oro, con estatuas de mármol en los huecos y alrededor jardines encantados.

Los automóviles resbalaban como diminutos insectos por la cuesta que desciende á La Condamine. Entraron en una avenida asfaltada, entre dos masas de estrechos y tupidos jardines, que conduce al Museo Oceanográfico. ¡Míralos! dijo Alicia con expresión triunfante, al mismo tiempo que daba con un codo al príncipe.

Y volviendo la espalda al edificio, don Marcos señaló los jardines que se extendían en diversos planos, unos casi al nivel de los techos de la «villa», otros escalonándose en descenso hasta cerca de las olas.

El Sannazaro fué también un gran poeta, que describió amores de pastoras, y Federico II de Aragón le hizo el regalo de una «villa» con jardines, para que trabajase con más comodidad... ¡Otros tiempos, señores míos! Sus herederos la convirtieron en iglesia, y... Se cortó la voz del cochero.