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Actualizado: 24 de junio de 2025
Para que concibiera y expresara esas ideas ¿no era necesario que ella misma se encontrara reducida al extremo de tener que pensar en la muerte? ¡Y cuán grande era la compasión que había invadido su corazón al ver que los hechos correspondían a los argumentos más de lo que se hubiera creído! Pero ella no podía haber pensado en la muerte para huir del dolor.
Ya delicada y débil, verdadera planta de los Trópicos cuidada en estufa, no ofrecía ninguna resistencia a la anemia abrumadora que la había invadido lentamente e iba pereciendo de día en día a pesar de los cuidados minuciosos que se le prodigaban.
Muchos pasajeros iban vestidos de blanco de pies a cabeza, e igualmente de blanco los domésticos del buque, los músicos y los oficiales. Había momentos en que el castillo central parecía invadido por una tripulación de Pierrots. Pasó Mrs. Power, sola como siempre en sus matinales paseos, erguida y sin mirar a nadie, con un sombrero de tul elegante y vistoso.
Conocía á los organizadores, y su propósito de excitar á la impiedad naciente, para darla la batalla y afirmar así su dominación que creían en peligro. En una mesa cercana disputaban dos señores. Me he fijado bien en la manifestación gritaba uno de ellos. Todos eran Pérez y Martínez, todos maketos é hijos de maketos, mala gente, de la que ha invadido nuestro país.
Don Marcelo experimentó de pronto la tristeza y la desorientación de estos militares. Tampoco él comprendía. Vió lo inmediato, lo que todos podían ver: el territorio invadido sin que los alemanes encontrasen una resistencia tenaz; departamentos enteros, ciudades, pueblos, muchedumbres quedando en poder del enemigo á espaldas de un ejército que retrocedía incesantemente.
Se deleitaba en la contemplación de la mujer como la fría estatua de una fuente parece recrearse entre las ondas que la ciñen. Placer, peligro, dicha y dolor, todo lo tenía a su lado; y él, como invadido el espíritu por sólo un impulso, no sentía más que la admiración de la belleza en lo que tiene de ideal, sin que nunca llegaran los deseos a hostigarle con su aliento de fuego.
¡Nego! gritó con más ardor todavía, sintiendo otro tiron de su americana. Juanito ó mejor Plácido que era el que le apuntaba, empleaba sin sospechar la táctica china: no admitir al más inocente estranjero para no ser invadido.
Para llegar a la isleta del cenador había un puente de piedra de fábrica suntuosa como todas las demás antiguas construcciones, pero igualmente deteriorado; el piso, formado por grandes bloques de granito, alguno de los cuales se había desprendido. En torno de la derruida columnata crecían algunas acacias y todo lo demás invadido por la yerba y la maleza.
Recibióle ella con esa amable condescendencia, propia de las grandes señoras con cualquier pelafustán que las adula, y concedióle su petición al punto, quedando convenido que la revista publicaría el retrato de la condesa con el traje que había de lucir aquella misma tarde en la manifestación de mantillas y peinetas de la Castellana, y otros dos grabados conmemorativos, representando uno la fachada del palacio en el acto de ser invadido por la policía, y otro el momento en que salió Currita con varonil entereza al encuentro de los invasores.
Un armario ropero de triple luna tenía las puertas entreabiertas, y de su seno de cedro se veían salir desordenados vestidos, rasos y granadinas, fayas y gros riquísimos, todo ajado y descolorido, todo en tal manera invadido por la muerte, que parecía próximo a caer; si se le tocaba, en menudas partículas como las flores de antaño.
Palabra del Dia
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