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Actualizado: 13 de junio de 2025


Estos encuentros removían en él todo el sedimento de la pasada ira: había huido siempre de su mujer como enfermo que teme el recrudecimiento de sus dolencias, y sin embargo, ahora iba a su encuentro, a verla y hablarla en aquel hotel de la Castellana, cuyo lujo insolente era el testimonio de su deshonra.

¡Insolente! Aún se atreve á disculparse. En verdad, esto es más de lo que puede sufrir mi débil constitución dijo la otra arpía. Paulita, no te asustes: procura tomar esto con indiferencia, que puedes agravarte. ¡Dios mío! ¿Cómo lo he de decir? exclamó Clara con la mayor amargura. ¿Qué haré, qué diré para que me crean? ¿A quién me volveré? Yo no quiero vivir así.

En cuanto aparecía por allí doña Mónica se ponía a hacer guiños a aquél con tan poco disimulo, acompañándolos de una tosecilla tan falsa y burlona, que la buena señora enrojecía de indignación, y tanto llegó a irritarse que, aun perdiendo las cinco pesetas cada día, pensó en arrojar a aquel insolente de su casa. Los pensamientos de Barragán eran más altos, como ya sabemos.

La salud de doña Luz era insolente de buena. Ni un dolor de cabeza nunca. D. Anselmo era un hombre despejadísimo, y no sólo hábil e instruido en su profesión, sino de variada lectura y de singular facilidad de palabra. No se extrañe que con tales dotes fuese médico en un lugar. O la fortuna no le había sonreído, o su genio indómito y arisco se había opuesto a que se encumbrase.

Le hacía gracia su osadía, su rudeza, su glotonería y el modo insolente y despreocupado que tenía de tratar a todo el mundo, incluso al alto y poderoso señor de Quiñones. Manín era un solemnísimo bellaco.

No deseo yo otra cosa, respondió Candido, porque me iba á casar con ella, y todavía espero ser su esposo. ¡, insolente! replicó el baron: ¡tener descaro para casarte con mi hermana, que tiene setenta y dos quarteles! ¡y tienes avilantez para hablarme de tan temerario pensamiento!

Algunos, más resueltos, las manos a la espalda, miraron a las dos damas del modo más insolente.

El feo se halla agraciado; el cobarde, humano y benigno; el tonto, lleno de candor y de inocencia; el afeminado, culto; el brutal e intratable, brioso y leal; el insolente, franco; el bajo y adulador, afable y bueno. Así también yo me engañaba. »A veces entreveía yo mi engaño, y me atormentaba la sospecha de mi indignidad.

Bien que no quiso reconocer por suyo el espíritu de Diego y Juan cuando querían hacer bajar del cielo llamas vengadoras contra la insolente Samaria. Et increpavit illis dicens: nescitis cujus spiritus estis Luc. 9. v. 55. Mas también dijo que había venido a poner fuego en el mundo y que todo su deseo era abrasarle para hacer cenizas sus maldades.

Era la niña de estancia, acostumbrada a presenciar las peleas de los peones y las crueles hazañas de su hermano. Pero no tardó en arrepentirse de su cólera. Era demostrar tristeza y despecho por la negativa de aquel hombre. Prefirió reír, con una risa forzada, insolente, despectiva. Adiós. No me hables más; como si nunca nos hubiésemos conocido... La culpa la tengo yo, por haberte hecho caso.

Palabra del Dia

rigoleto

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