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Actualizado: 18 de junio de 2025
Silas se sentó entonces y contempló a Eppie con una mirada satisfecha mientras que ella ponía el mantel limpio y colocaba sobre la mesa el pastel de patatas, recalentado lentamente en una terralla bien seca, encima del fuego que se apagaba insensiblemente y según el método prudente empleado el domingo.
Se quedó petrificada por la sorpresa y yo le tomé la mano sin hallar fuerzas para articular una sola palabra. La escasa, claridad que venía de fuera le prestaba la blancura de una estatua: sus dedos completamente inertes y helados se desprendían insensiblemente de mi mano como si fueran las de una muerta.
Andrés, entonando un aire del país, obedeció, saltando de un brinco sobre el umbral de la puerta; pero su madre, al ver aquella expansiva jovialidad en momentos tan supremos, fijos en él sus turbios ojos mientras atravesaba el angosto pasadizo, abandonó insensiblemente la aguja, y dos arroyos de lágrimas corrieron por sus tostadas mejillas. ¡Pobre hijo del alma! murmuró con voz trémula y apagada.
Insensiblemente fueron concretando sus ideas, aplicándolas al momento presente. La generala desenvolvió con entusiasmo un programa de redención; pintó los encantos de una vida iluminada tan solo por el amor. ¡Oh, si yo tropezase con el hombre de mis sueños, con un espíritu noble, hermano del mío! En vano lo he buscado toda la vida... Nunca hallé más que cinismo, frivolidad, corrupción.
Paseándonos á lo largo del puente, mis dos compañeros y yo conversábamos sobre la literatura francesa, tema que insensiblemente se nos vino á las mientes á propósito de una cancioncilla que preludiaba el capitán en uno de los camarotes. ¡Qué de servicios no ha hecho á la literatura en general, decíamos, este monumento flotante que se llama un buque!
Habían empezado á caminar, é insensiblemente se dirigieron hacia el pueblo. Ricardo marchaba á pie, con una mano apoyada en el cuello del caballo y los ojos en alto, para ver á Celinda mientras hablaba. Los peones, dando por terminado el trabajo, recogían sus herramientas.
Pero ya irá comprendiendo que no hay otro camino... ¡Ay de mí, que aún me falta un tramo! Dios nos asista. ¡Quién me había de decir a mí...!». Al entrar en la casa, pasó insensiblemente del soliloquio al discurso, dando voz a sus meditaciones. «¡Quién me había de decir a mí que llegaría a ocuparme de que existan boticas en el mundo!
Le parecía increíble que ésta rompiese de un modo tan insulso los lazos estrechísimos que los unían, olvidase en un punto su amor frenético, del cual tantas y tantas pruebas había recibido. Animado por esta luz y viéndola brillar delante de sí, cada vez con mayor intensidad, insensiblemente fué apretando el paso hasta llegar casi jadeante á la tienda.
Del doctor, de su segundo marido, no se acordaba para nada. Aquel buena pieza, con sus infidelidades, no tenía derecho a exigirla cuentas por lo que pudiera hacer. Lo que más extrañeza le causaba era que se mostrasen ahora en ella tan terribles escrúpulos, cuando a raíz de su primera viudez había caído fácil e insensiblemente en los brazos de Pajares.
Pero como si el tren de Salamanca hubiera estado aguardando á que nos fuese grata la permanencia en la Estación de Medina para decir «¡Vámonos!», la campanilla, y el pito, y las voces de los empleados nos sacaron en esto de la contemplación de tan venerables ruinas y de sus grandes recuerdos históricos, obligándonos á correr más que aprisa hacia el andén, del cual nos habíamos alejado insensiblemente.
Palabra del Dia
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