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Con tales sentimientos ocultos en el seno, don Braulio, aparentemente gustoso y hasta regocijado, llevó a su mujer y a su cuñada a los Jardines a eso de las nueve de la noche. Ambas iban de mantilla, con vestidos de seda obscuros, sin nada chillón ni disonante en colores ni adornos; con una innata elegancia, que se exhalaba como perfume de la misma sencillez y modestia de sus trajes.

Y aunque la innata piedad de los españoles resplandezca aquí tanto como en cualquiera otra parte, que en ella se pierde la malicia toda de algunos, con todo eso, como dije, en los corazones de estos bárbaros se imprimen más fácilmente los vicios y maldades que las virtudes y devoción.

Su integridad era perfecta; innata, más bien que resultado de principios fijos de moralidad. Ni podía ser de otro modo, pues en un hombre de una inteligencia tan lúcida y exacta como la suya, la honradez completa y la regularidad suma en la administración de los negocios, tenían que ser las cualidades dominantes.

Si los hombres reflectaran un poco sobre lo que les sucede en la eleccion de estos falsos bienes, no cayeran tan facilmente en los engaños que los precipitan. Para entender esto con mayor facilidad se ha de presuponer, que todos los hombres tienen natural, é innata inclinacion, ó apetito de su felicidad, y de su bien.

Fernanda, recostada sobre la balaustrada, oyó de pie el himno, y, cuando éste terminó, se dejó caer negligentemente sobre su silla y abrió su enorme abanico de plumas blancas, con un ademán lleno de innata voluptuosidad. ¡Qué contraste formaba aquella delicada criatura con mi tía Medea! Una era la distinción personificada; la envolvía, la perfumaba un vapor de elegancia y de buen tono.

Quando las luces sobrenaturales de la Fe Divina, comunicada por la Iglesia Católica, entran en nuestro entendimiento, fortifican extremamente estas verdades naturales, y se hermanan con ellas, de modo que las nociones que las potencias mentales producen á la ocasion de otras por su fuerza innata, se acomodan con las luces divinas, y juntas ilustran el entendimiento para conocer á Dios, y alabar y engrandecer sus infinitas perfecciones.

En medio de la extrema y plácida mansedumbre de don Pío, reinaba en él cierta tendencia innata a la excentricidad, en la que solía marcar rasgos positivos de talento, de observación y de estudio.

Solamente será preciso reconocer en el espíritu una fuerza innata por la que considera en general lo que se le ofrece en particular, y descompone un objeto simple en varias ideas ó aspectos. De lo último hallamos el ejemplo en las ideas generales, en cuanto reunimos en un solo concepto lo que es múltiplo en la realidad.

De allí, con innata audacia, pero siempre con característica reserva, corrió al medio de un grupo de marineros de tostadas mejillas, aquellos salvajes del océano, como los indios lo eran de la tierra, los que con sorpresa y admiración contemplaron á Perla como si una espuma del mar hubiese tomado la forma de una niñita, y estuviera dotada de un alma con esa fosforescencia de las olas que se brillar de noche bajo la proa del buque que va cortando las aguas.

Los que estaban en el secreto de la cosa y conocían íntimamente a Juan, no se sorprendieron, sabiendo que, a más de ser amigo de hacer favores, había en él cierta innata tendencia a buscar en lo anormal y extraordinario el encanto de la vida. ¿Y dónde cosa menos vulgar y más desacostumbrada para un médico rico y mimado por la suerte, que ir a encerrarse en un balneario de tercera clase, en el cual no había de ganar honra ni provecho, sólo por servir a un compañero?