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Actualizado: 24 de junio de 2025


Otro vapor con bandera inglesa, estaba inmóvil, un poco más allá, hundido hasta la línea de flotación, esperando su turno para descargar. Consumimos mil toneladas diarias decía el ingeniero con orgullo. Necesitamos más de un barco cada veinticuatro horas.

Alfonso ha sido por unas semanas el favorito de la casa; y aprovechando esta circunstancia, hizo hablar a Cesarina con madame de la Pierre, para que esta señora lo hiciera a su vez con la madre de la joven inglesa. Pero la gran dificultad que me tiene intranquila ha de venir de nuestra parte, sobre todo de mis cuñadas de aquí; porque la joven de que se trata es protestante.

¡Pobre Beethoven mío! exclamó el estudiante dejando de tocar y haciendo un gesto de desesperación . ¡Qué lejos estabas de caer entre mis dedos! Me parece que debemos marcharnos dijo el tenedor de libros ofreciendo un pitillo a Alonso, que respondió: «No lo gasto» . ¿Nos vamos, Augusto? A escape. Ya no me acordaba de que tienen ustedes que ir a comer a la embajada inglesa...».

El granuja del mercadal de Valencia y la bella inglesa se entendieron a espaldas del tonelero, dueño temporal de las gracias de ésta. Salabert era más joven, más gallardo: el vicio de la borrachera no le tenía dominado como a aquél. Rosa le siguió a su zaquizamí abandonando al primer amante.

Lo mismo era su corazón; la mitad de carne, la mitad de algodón. La índole de las relaciones que con las personas tuviese determinaba el predominio de tal o cual mitad. No mediando ningún pagaré, daba gusto de tratar con aquella señora; mas como las circunstancias la hicieran inglesa, ya estaba fresco el que se metiese con ella. Y no había sido así en vida de su marido.

Al salir del ascensor, la inglesa se dirigió con paso rápido a la oficina donde estaba pluma en mano el cajero del hotel.

Su compañera, que podía muy bien ser su madre, era una mujer muy flaca, de aspecto distinguido, con el pelo gris peinado a la inglesa, un traje de terciopelo negro cerrado hasta arriba y un vistoso aderezo de brillantes falsos. Ambas parecían extranjeras, y en toda la noche no habían cruzado entre una sola palabra.

Lo siento por lo que pensará de España... Lo siento por don Quijote dijo haciendo su maleta en la madrugada. Y huyó, yendo a perderse en París, adonde la inglesa no iría a buscarle. Odiaba a esta ciudad ingrata por la silba del Tannhauser, suceso ocurrido muchos años antes de nacer ella.

La inglesa María Corelli, ¿no ha escrito recientemente una novela cuyos enredos y lances amorosos se ajustan y encajan, digámoslo así, en la pasión y muerte de nuestro divino Redentor?

Vicente había pasado algunos años en Inglaterra, estudiando no se sabía qué, probablemente los usos y costumbres de la Gran Bretaña, hacia los cuales se sintió desde un principio tan inclinado, que toda su vida vistió, comió, durmió, y hasta tosió a la inglesa.

Palabra del Dia

rigoleto

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