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Actualizado: 3 de junio de 2025
Por de pronto confieso ingenuamente, que si la extension se ha de tomar en el sentido propio, no concibo cómo el quitarle los límites le quita tambien las partes; por el contrario, me parece que una extension infinita tendrá partes infinitas.
Había llevado en Cuba una vida de monje sobrio y asiduo, sin contaminarse con la corrupción general de aquella isla verdiaurina y voluptuosa; o, como él decía, pregonando ingenuamente su austeridad: «no he conocido mulata, ni menos negra». De las blancas no hablaba.
La cólera, la sorpresa y todas las emociones que la ahogaban, se resolvieron en un hondo sollozo, y dos gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas. Germana ignoraba que se llorase de rabia. Compadeció a su enemiga y exclamó ingenuamente: ¡Pobre mujer! Las dos lágrimas se secaron instantáneamente, como las gotas de lluvia que caen en un cráter.
¡Que estamos conformes, mujer!... Pero.... Y Simón se rascaba la cabeza y fruncía la boca. En esto entró el señor cura, venerable viejecito, a comprar dos cuartos de hilo negro para recoserse la sotana. Más a tiempo no podía usted llegar, señor don Justo le dijo Simón. Pues ¿que ocurre? preguntó el cura. Algo muy serio para nosotros respondió Simón ingenuamente.
Una angustia deliciosa me oprimía el pecho blandamente. Sentía escalofríos de anhelo y voluptuosidad, cual si me hallase a las puertas mismas de la dicha. Pasado aquel extraño transporte, que debe achacarse en gran parte a la material impresión del movimiento, me sentí tranquilo; pero me confesé ingenuamente que estaba enamorado de la monja sevillana mucho más aún de lo que había imaginado.
Fuera de los méritos de este P. Urraburu, del que confieso ingenuamente que ni había oído hablar, poco ó nada hay que el autor anónimo celebre y estime en algo, en el movimiento intelectual de los jesuítas. Y la verdad es que ninguno de sus escritos ha alcanzado en España la popularidad y el aplauso que las obras de otros escritores pertenecientes al clero.
Hablando ingenuamente comprendo, que si los Portugueses estuviesen bien impuestos en sus intereses y en las razones que las apoyan en esta parte, hubieran desde luego admitido y solicitado lo mismo que nosotros hemos exigido de ellos, que es la demarcacion de los Igatimí é Ipanè, que es la mas perjudicial, y en el dia destructiva, de esta provincia: y cuando no quisieran esto, pudieran con solidísimos fundamentos repugnar dichos rios, sin que por nuestra parte se pudieran sostener.
En todas sus cartas, el deseo de riquezas y la esperanza de encontrarlas mezclábanse con un entusiasmo religioso por sus viajes, que iban a proporcionar a la Iglesia la conquista de millones de almas perdidas en la idolatría. «El oro es bueno, Señora escribía a la reina ; y tal es su poder, que saca las almas del Purgatorio y las lleva al Paraíso.» Y a la vez que ingenuamente exponía esta impiedad, deseaba reunir mucho oro para armar un ejército a su costa de cien mil infantes y diez mil caballos, con el cual prometía al Papa rescatar el Santo Sepulcro del poder de los infieles y contener el avance de los turcos.
Admiraba ingenuamente la falta de escrúpulos de estos mozos, que vivían de poner a contribución las ilusiones de las extranjeras de paso, y se compadecía a él mismo recordando sus debilidades con cierta mujer. A estas distracciones que le ofrecía el trato con algunos torerillos uníase la pegajosidad de cierto entusiasta que le perseguía con sus súplicas.
Currita puso en el plato el albaricoque ya mondado, lavóse las puntitas de los dedos en el enjuagador de rico cristal de Venecia que tenía delante, y mirando las gotitas de agua que se desprendían de sus rosadas uñitas, dijo ingenuamente: ¡Pues claro está!... Llevará algún ayuda de cámara...
Palabra del Dia
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