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Actualizado: 6 de octubre de 2025


La digna esposa de Infanzón también estaba cansada, aburrida, despeada, pero no aturdida. Hacía más de una hora que no oía palabra de cuanto hablaba aquel charlatán, sin vergüenza, libertino. «¡Oh, si no fuera porque su marido todo lo consideraba inconveniencia y falta de educación! ¡Si no fuera porque estaban en la casa de Dios!... Estaba escandalizada, furiosa. ¡Bonito papel iban representando ella y el bobalicón de su marido! Le había hecho señas, pero inútilmente.

¡Qué guapo está! dijo desde lejos Obdulia, mientras los lugareños admiraban con la fe del carbonero otro cuadro que alababa don Saturnino. Dieron vuelta a toda la sacristía. Cerca de la puerta había algunos cuadros nuevos que eran copias no mal entendidas de pintores célebres. A la Infanzón debieron de agradarle más que las maravillas de Cenceño, sin duda porque se veían mejor.

En la parte interior la obscuridad era absoluta. Del lado de la verja quedaron los lugareños. Bermúdez, y en pos de él Obdulia, se perdieron de vista en el pasadizo sumido en tinieblas. Después de la enumeración de don Saturno, hubo un silencio solemne. El sabio había tosido, iba a hablar. Encienda usted un fósforo, señor Infanzón dijo Obdulia. No tengo... aquí. Pero se puede pedir una vela.

El primero de estos dos escritores, llenos de talento, dignos también de alabanza por sus obras en otros géneros literarios, es Micer Rey de Artieda, infanzón de Aragón, nacido, según unos, en Valencia, en el año de 1549, ó, según otros, en Zaragoza . Consagrado al estudio desde sus primeros años, recibió á los diez y siete el grado de doctor; enseñó largo tiempo en Valencia astronomía; entró después en el servicio militar, asistiendo á las funciones de guerra más importantes de la época, como al levantamiento del sitio de Chipre y á la batalla de Lepanto, y distinguiéndose en ellas hasta alcanzar el grado de capitán . Parece que pasó en Valencia la última mitad de su vida, pues se encuentra en ella desde el año de 1591 al de 1613, en que murió, figurando entre los miembros de la Academia poética de los Nocturnos.

Después dobló la cabeza y parte del cuerpo ante los de Palomares que le fueron presentados por el sabio. El señor don Fermín de Pas, Magistral y provisor de la diócesis.... ¡Oh! ¡oh! ¡ya! ¡ya! exclamó Infanzón que hacía mucho admiraba de lejos al señor Magistral.

Su reto infanzón y feudal no bajaba la voz; y parecía volar, como un cartel atado a una saeta, por encima de las murallas, hacia la Corte. Era largo y cenceño. Los terciopelos o gorgoranes formaban como un fofo plumaje sobre su pajaresca armazón. La lechuguilla íbale siempre harto holgada.

Como al andar enfrascado en estas reflexiones le mirara yo de arriba abajo con mal disimulada curiosidad, notóla él y me dijo sonriéndose: No crea usted, amigo mío, que me he vestido estos atalajes señoriles para que se vea que los tengo. No llegan a tanto mis flaquezas de infanzón sin privilegios. Neluco lo sabe bien.

Pues oiga usted se atrevió a decir la Infanzón sin mirar a su esposo ; diga usted lo que quiera, esta capilla me parece a muy bonita; y me parece en cambio muy feo profanar el templo... ¡blasfemando así de Dios y sus santos! Ea, se había cansado; quería dar la batalla al libertino y escogía, con un pudor evidente, el terreno neutral, del arte, puro y desinteresado.

Palabra del Dia

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