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Actualizado: 24 de noviembre de 2025
Tintay mascaba tanto como Tenten, con la diferencia que este tenía siempre la boca llena de buyo, mientras que su cara mitad se las arreglaba con las hojas de Cagayan. Una de las tardes en que Tintay asomó su arrogante figura al batalan, noté en ella ese embarazo propio de toda india que quiere pedir algo á un castila.
Asistid á un entierro y las lágrimas que allí veréis, son cual el de las antiguas plañideras: estas desempeñaban su papel por el dinero: la india rinde un tributo á la costumbre; vió que lloró su madre cuando murió su abuela, y ella llora cuando se muere su madre, sin que esto sea obstáculo para reir ó bailar á las dos horas de verificarse el entierro.
Los terrenos que median desde Melinquè é India Muerta, hasta el Rio Cuarto, son feracísimos de pastos y no muy escasos de aguas; pero que nunca los hacendados se han atrevido
Los tres brazaletes de brillantes que había pedido á Simoun para enseñárselos á su señora, no eran para ésta, pobre india encerrada en un cuarto como una china, eran para una bella y encantadora dama, amiga de un gran señor, y cuya influencia le era necesaria para cierto negocio en que podía ganar en limpio unos seis mil pesos.
La parte de Europa más avanzada en el Océano, la península Ibérica, era el lugar de partida de todas las intentonas para descubrir la ruta misteriosa de la India por Oriente y por Occidente. El contacto con los árabes españoles había acostumbrado a sus navegantes al uso de la brújula, impulsándolos a apartarse de las costas.
Luego amó apasionadamente a Vahar, a quien trajeron de la India las primeras naves tirio-hebreas que fueron por allí. Esta Vahar, o dígase Primavera, era de la familia de los Sakias, reyes de Kapilavastu, y por consiguiente, parienta del ilustre Sakiamúni, que había de ser Buda, y fundar una religión en que creyese cerca de la mitad del humano linaje.
Venía tal vez de ver cómo salvaba a la pobre india que se le abrazó a las rodillas a la puerta de su templo mexicano, loca de dolor porque los españoles le habían matado al marido de su corazón, que fue de noche a rezarles a los dioses: ¡y vio de pronto las Casas que eran indios los centinelas que los españoles le habían echado para que no entrase! ¡El les daba a los indios su vida, y los indios venían a atacar a su salvador, porque se lo mandaban los que los azotaban!
Los príncipes y señores orientales, cuando la victoria encumbraba a los portugueses, se postraban ante ellos y se les sometían medrosos; pero la sumisión era insegura y falsa. De aquí que el imperio portugués en la India fuese más brillante que sólido.
Aquí, una semilla es un árbol, una niña, una mujer, y un crepúsculo, una rapidísima penumbra de la vívida luz de los trópicos. Preguntar á una india qué acaba de dar á luz y os dirá que ha parido, no un niño ó una niña, sino una babai ó un lalaqui, es decir, un hombre ó una mujer. Plantar una simiente de las que en el viejo mundo dan un arbusto, y aquí saldrá un árbol.
Doña Luisa confió la educación de sus dos hijas al desvelo de las virtuosas y buenas madres del beaterío de Santa Isabel, no sin antes tener que vencer algunas dificultades para el ingreso de Hasay, cuyas facciones acentuaban marcadamente su raza india. Hasay vivía feliz entre sus amigas, sus juegos y sus estudios.
Palabra del Dia
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