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Actualizado: 24 de noviembre de 2025


Ahora, vete, vete. La india salió, con el cuaderno bajo el brazo, la cara de bronce inundada de lágrimas y mocos, que ella limpiaba a lengüetadas, mientras bajaba la escalera; Quilito, en la ventana, la miraba. Este incidente le había conmovido; bien es verdad, que su corazón desbordaba de amargura en aquel momento supremo.

Quien primero escribió la historia medicinal de las Indias orientales fué el doctor portugués llamado García de Orta: el cual la dió á la estampa en Goa, con el título de Coloquios dos simples, drogas é cousas medicinais da India .

Será una obra más dentro del marco de la novela española, la cual desde hace algunos años no peca ciertamente por exceso de variedad. Los más de los novelistas marchan en fila india, uno tras otro, y sólo de tarde en tarde se les ocurre saltar un poco fuera del sendero.

Saludemos á la magnolia, princesa india que ha venido de viaje y se ha quedado en nuestro clima. No está bien de salud la señora; pero ¡qué aristocrática, qué regia es esta amazona! No se contenta con ser fragante y deliciosa flor, sino que quiere ser árbol, es decir, hombre.

Realmente, señora, era un atrevimiento que un pobretón como yo, que jamás he estado en la India ni he visto otras cataratas que las del Tajo en Aranjuez, tenga pretensiones nada menos que de ser amado por una mujer de posición.

El Gallardo de Sevilla era diferente al de aquí. ¿Que es usted el mismo?... No lo dudo; pero para es otro... ¿Cómo explicarle esto?... En Londres conocí yo a un rajá... ¿Sabe usted lo que es un rajá? Gallardo movió negativamente la cabeza, sonrojándose de su ignorancia. Es un príncipe de la India.

Dejándose persuadir por Narada, había creído en el levantamiento general de toda la India, en favor del predominio brahmánico, y no juzgó prudente ni seguro tratar de volver a Goa, ni dirigirse a otro lugar que no estuviese fuera de los límites de la India.

Pero no me causa tanta maravilla la penitencia que estos culpados hacen, siendo descubiertos por ajenas diligencias, cuanto la sincera confesión de un Cathecúmeno y de una india.

Entre la raza pura, no habría necesidad de escrituras ni protocolos. Jamás una india del interior ha negado una deuda, como jamás ha llegado á ocultar un momento de pasión en el sangriento drama del infanticidio, ó en el misterioso torno del expósito. Lo que hace, si no lo pregona, tampoco lo oculta.

Este pueblo de superior condición redujo a su obediencia y mandado a los otros pueblos que en la India vivían.

Palabra del Dia

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