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Actualizado: 15 de junio de 2025


Y permítasele a la sinceridad de mi pluma decir aquí sin sospecha de lisonja, que siendo este nobilísimo Reino de Mallorca, el que a ninguno cede, cuando no se adelante a todos, en los más finos esmeros de autorizar con su más calificada nobleza los ejercicios y ministerios de este Tribunal Sagrado, preciándose casi todos de acreditar la nobilísima antigüedad de su sangre, con el blasón de Ministros o Familiares de este Santo Oficio: así, ni más ni menos, ha experimentado felizmente desde sus principios, el más vivo desvelo en atajar los incendios de la perfidia, para que, ya que abrasaban los corazones infames de algunos mal convertidos, no se extendieran ni a uno solo fuera del barrio o parentela de ellos mismos, de que haremos evidencia después.

Eran soldados que llevaban libros en la mochila y después del fusilamiento de un lote de campesinos ó del saqueo de una aldea se dedicaban á leer poetas y filósofos al resplandor de los incendios. Hinchados de ciencia, con la hinchazón del sapo, orgullosos de su intelectualidad pedantesca y suficiente, habían heredado la dialéctica pesada y tortuosa de los antiguos teólogos.

Por último, y en premio de tan señalada victoria, bajaron del cielo dos ángeles y ciñeron al santo el milagroso cíngulo de la virginal pureza, con el cual, aunque le dolió muchísimo cuando se le ciñeron, quedó, digámoslo así asegurado de incendios para en adelante.

Un año antes un herrero, fanático como toda la demas gente de baja condicion, habia movido un gran motin contra los conversos ó cristianos nuevos, cometiendo grandes robos, incendios y atropellos en las viviendas de aquellos presuntos apóstatas, y matando á muchos.

Además de lo expresado, convendría se formase, con intervención del gobernador y la junta provincial y aprobación de la superior, un fondo que fuese común a todos los pueblos, sacando de cada uno tres por ciento de sus utilidades, para ocurrir a los infortunios de los pueblos que los padeciesen inculpablemente, como son naufragios, incendios, langosta, peste u otros, justificando no haber sido culpable aquella fatalidad, que debería cubrirse enteramente de aquellos fondos; y para préstamos para fomentar algunos pueblos que estuviesen atrasados, y para los demás fines que el gobierno y superioridad tuviese por conveniente; y también para gratificar a los factores que hiciesen descubrimientos útiles a beneficio de toda la provincia, como asimismo para los gastos que pudieran ofrecerse en pretensiones de la provincia y en todo lo que fuese de su esplendor y engrandecimiento.

Si me descuido, no tengo tiempo ni de dejar a esta infeliz bien defendida de los pillos y de las propias debilidades de su carácter. ¡Pobre chulita! Hay que mirar mucho cómo la dejo, porque esta al son que la tocan baila. Lo que se me ha ocurrido para asegurarla contra incendios, es decir, contra los rasgos de todas clases, quizás no le guste; de fijo que no le gustará.

En aquel tiempo llovieron las desgracias sobre mi abuelo; malas cosechas, dos incendios que consumieron sucesivamente su casa y su granja y, en fin, la pérdida de un proceso considerable, cambiaron su fortuna en miseria. Era imposible llevar a la práctica los proyectos que tenía sobre mi padre y se entregó a la desesperación.

El día 23 es siempre en mi calendario víspera de desgracia; y a imitación de aquel jefe de policía ruso que mandaba tener prontas las bombas las vísperas de incendios, así yo desde el día 23 me prevengo para el día de sufrimiento y de resignación; y en dando las doce, ni tomo vaso en mi mano por no romperlo, ni apunto carta por no perderla, ni enamoro mujer porque no me diga que , pues en punto a amores tengo otra superstición: imagino que la mayor desgracia que a un hombre le puede suceder, es que una mujer le diga que lo quiere.

El furor y la rabia, tus sequaces, Han tomado en sus pechos tal asiento, Que qual si fuese de Romanas haces, Cada qual de su sangre está sediento. Muertes, incendios, iras, son sus paces, En el morir han puesto su contento, Y por quitar el triunfo á los Romanos, Ellos mesmos se matan con sus manos.

Había perdido el instinto de la conservación en aquel mundo de incendios y de fuerzas ensordecedoras. Sentía caprichos de niño, una tendencia á acariciar aquellos bloques tan refulgentes, tan bonitos, con su blancura sonrosada, que podían comerse su mano con sólo el roce.

Palabra del Dia

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