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Actualizado: 17 de mayo de 2025


La historia de Sancy es más antigua y novelesca. En el siglo XV, un suizo poseia este gran diamante, no se sabe cómo, y lo vendió por un escudo á Cárlos el Temerario. El tal hombre ignoraba seguramente que aquel pedacito de piedra encerraba una gran fortuna. De Cárlos el Temerario pasó á Nicolás de Harlay de Sancy, que lo empeñó á D. Antonio, rey de Portugal, en doscientos mil francos.

El muchacho quería mucho a su padre a pesar del carácter duro de éste; salió lleno de rabia por no haber podido desahogar su ira, tanto más violenta cuanto que él mismo la sabía injusta. Hacía tiempo ya que no ignoraba esto: la madre de Lidia había sido querida de Arrizabalaga en vida de su marido, y aún cuatro o cinco años después.

Cuando llegué al lado de Marta, que estaba sentada en un rincón, con los ojos fijos en las velas que comenzaban a apagarse, sentí que un doloroso estremecimiento me atravesó el pecho, como si le hubiera hecho un agravio que debiera reparar; pero ignoraba cuál podía ser ese agravio. Ella me dijo al besarme en la frente; ¡Que Dios te conserve tu valiente corazón, Olguita!

Nadie podía replicar entonces que si López lo ignoraba, Rosas no, porque a él era dirigida la carta.

Diéronse muchos medios, pero ninguno fue tal como el que dio el renegado español que se ha dicho, el cual se ofreció de volver a Argel en algún barco pequeño, de hasta seis bancos, armado de remeros cristianos, porque él sabía dónde, cómo y cuándo podía y debía desembarcar, y asimismo no ignoraba la casa donde don Gaspar quedaba.

Pero todos los hombres... No crea usted que yo sea un hombre distinto de los demás interrumpió Vérod. La naturaleza de cada uno de nosotros es doble, y las fuerzas morales están latentes hasta en los espíritus incultos: para que puedan obrar se necesita que sean educados y guiados por otros espíritus naturalmente mejores y más fuertes. Aquel ser me reveló cosas que yo ignoraba.

Ignoraba el modo de combatirla; pero sabía formularla con esa terrible claridad que tiene el alma para conocer sus desventuras. He aquí lo que la atormentaba y sobre lo cual levantaba una serie de razonamientos insensatos, descabellados, pero que le hacían sufrir como si fuesen fruto de la lógica más perfecta.

Ella agradecía el ofrecimiento del señor Peña, pero no podía aceptar. Era el hombre honrado y modesto que deseaba; si no fuese más que un dependiente de comercio, tal vez aceptase... ¿pero es que ella ignoraba quién era su familia? Estaba enterada por una parroquiana amiga de su mamá y de sus hermanitas.

No merecía otro nombre su amor. En aquel espíritu ardiente, despótico, atormentado, no había entrado jamás la ternura; ignoraba por completo las cosas deliciosas y poéticas que ennoblecen la pasión y la hacen perdonable. Su vida se había deslizado en una agitación insana, atormentada por el deseo de ser feliz a toda costa.

Hay siempre algo de bueno en el hombre más vicioso y yo debo confesar que por espacio de dos meses fue un criado excelente. Cuando el duque, que ignoraba su historia, le hizo dar un pasaporte a nombre de Mateo, atravesó la frontera con alegría y reconocimiento. Quizá pensaba de buena fe, como el criado de Tucaret, en ser el tronco de hombres honrados.

Palabra del Dia

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