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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Se la vio en casa de Vegallana y en las Paulinas, en el Vivero y en el Catecismo, en el teatro y en el sermón. Casi todos los días tenían ocasión de hablar con ella, en sus respectivos círculos, el Magistral y don Álvaro, y a veces uno y otro en el mundo y uno y otro en el templo; lugares había en que Ana ignoraba si estaba allí en cuanto mujer devota o en cuanto mujer de sociedad.
Como casi no la había hablado e ignoraba sus sentimientos, habiéndose contentado con suspirar por ella de lejos, creyó, al verla aceptar la mano del general, que lo amaba, que iba a ser feliz con él.
Con decir que las nuevas ideas son el resultado de otras que se hallaban ya en nuestro espíritu no se prueba que no haya en el entendimiento verdadera actividad; porque este resultado, sea cual fuere su orígen, es siempre una cosa nueva; produce en el alma un nuevo estado; porque ahora sabe perfectamente lo que antes ignoraba del todo, ó conocia muy en confuso.
Lo ignoraba, pero me espeté yo misma un discurso para convencerme de que el señor de Couprat estaba enamorado de mi, y la peroración dio término con un enternecimiento de mal augurio.
Desde la edad de doce años, en que la llevaron a comulgar por primera vez, no había vuelto a verse en otra como aquella, y con la impresión recibida retrogradaba su pensamiento a la infancia, llegando hasta adormecerse por breves momentos en la ilusión de que era niña inocente y pura, y de que, como entonces, ignoraba lo que son pecados gordos.
La dama partió llena de pena y miedo, de miedo porque ignoraba si alejándose de Madrid se alejaría del aire ponzoñoso; de pena, porque dejaba su vida dulce y regalada, sus tertulias llenas de amenidad o interés, su influencia en el partido dominante, y quizás, quizás algo que más vivamente interesaba a su corazón.
El primogénito de los Solises parecía, no un becerro, sino un toro. Don Casimiro era el varón más bienaventurado de la tierra. Estaba lleno de satisfacción y de orgullo de verse tan amado de su mujer, y de tener por hijo á un Hércules tebano, sin pensar en el Saturnio y sin mirarse como Anfitrión, pues ignoraba la mitología.
Ana ignoraba la destrucción del anónimo: Amparo, avergonzándose de su noble impulso, no quería confesarlo, temerosa de que la Comadreja la tratase de babiona y de pápara, y aun de que repitiese la carta por cuenta propia.
Se le hablaria de figuras, de lindes, de extremos, de magnitud, de posicion, de distancias y de cuanto se refiere á la vista; y como él ignoraba el lenguaje, é ignoraba que lo ignorase, debia de sostener la conversacion de una manera muy extraña.
No ignoraba, por ejemplo, que Luis XVI fue decapitado, y murió de resultas, ni que Carlos I de Inglaterra tuvo parecida suerte, hechos que con frecuencia citaba para probar lo temibles que son las muchedumbres cuando, según su frase, se desbocan.
Palabra del Dia
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