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La verdad es, señores observó Foja que si don Santos muere fuera del seno de la Iglesia, como un judío, se debe al señor Provisor. Es claro. Evidente. ¿Quién lo duda? Y diga usted, señor Foja, ¿no le enterrarán en sagrado, verdad? Eso creo: los cánones están sangrando; quiero decir que la Sinodal está terminante.

Y esta silueta, borrosa al principio, fué definiéndose rápidamente, permitiendo darme cuenta, primeramente, de la alta chimenea del ingenio, después, de la gallarda torre y esbelta cúpula de su iglesia, de las troneras de las azoteas y, en fin, de todos los principales detalles del edificio.

La actual iglesia se construyó en 1709 habiendo sufrido de entonces acá, notables transformaciones. En estos últimos años y merced á la constancia de acero de mi querido amigo el Padre Crespo, se ha cambiado completamente al gusto moderno la iglesia y casa parroquial.

Otros bellos edificios públicos son la casa de correos, el senado, la iglesia de San Francisco y los palacios del gobierno y de la municipalidad. Muchos monumentos erigidos a los héroes nacionales y a los de la independencia, lo mismo que varias plazas hermosas, se encuentran en distintos puntos de la ciudad y a poca distancia del centro.

Los Obispos aquí le requirieron, Que al Concilio presida, como suele, A la iglesia los cuatro se vinieron: Al Lucio le conviene ahora que vele; Entre él y el Arzobispo respondieron. El alma y corazon á todos duele, Por ver tal disencion así trabada Entre Obispos, por Lucio encadenada.

No existía, pues, garantía de ningún género, ni libertad individual; este régimen es lo que se llama despotismo. No se admitía más que una iglesia, en cada país, y los habitantes estaban obligados a practicar el culto del Estado.

Imitan el respeto y la tolerancia de los vencedores de otros países, pero no aprenden antes el ímpetu irrespetuoso y anonadador con que otros pueblos derrumbaron y patearon el pasado sin misericordia ni escrúpulos. Pobre y arrinconada está la Iglesia, don Antolín, comparándola con lo que fue en otros siglos; pero no tema usted que se agrave su situación.

Acepté con júbilo, porque sabía que íbamos a hablar de lo que más me interesaba. Pero antes de ir a su casa di más de treinta vueltas aquella mañana por la calle de Argote de Molina, donde Gloria vivía. Esta calle, una de las más originales e interesantes de Sevilla, va desde la de Conteros a la iglesia de San Alberto.

El ministro anglicano en ciernes, que había hecho en Jamaica sus estudios teológicos, era un gran calavera de excelente carácter, generoso, expansivo y servicial. ¡Pero qué de truhanerías! Bailaba, bebía, jugaba, gritaba, cantaba y se divertía ruidosamente de todos los modos posibles, mas bien como un estudiante parisiense ó alemán de vida pecaminosa, que como un candidato para la Iglesia.

Los domingos, después de la misa, los aldeanos endomingados, con la chaqueta al hombro, se reunían en la sidrería y en el juego de pelota; las mujeres iban a la iglesia, con un capuchón negro, que rodeaba su cabeza. Catalina cantaba en el coro y Martín la oía, como en la infancia, cuando en la iglesia de Urbia entonaba el Aleluya.