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Actualizado: 22 de octubre de 2025
Pero ¿dónde estaba la calle? Instintivamente oró á la Virgen, pidiéndole que estuviera cerca de la calle del Humilladero. Pero la Virgen no la oyó, porque la calle estaba muy lejos. Resuelta á preguntar, se levantó; vió venir á un hombre, pero no se atrevió á detenerle; pasó otro, algunos más, y Clara no preguntó á ninguno. Tenía miedo de aproximarse á ellos.
Este hombre les dijo que los Pascuales vivían en la calle del Humilladero, y los dos jóvenes se dirigieron inmediatamente allá. #El "vía-crucis" de Clara.# Mucho horror inspiraba á la huérfana la casa de las de Porreño, aunque no tenía otra. Así es que su primer impulso al verse en la calle fué huir, correr sin saber á dónde iba, para no ver más tan odiosos sitios.
-Vamos, prendita, no tenga usted miedo dijo el hombre del rabicoleto, cuando se quedó solo con Clara. Venga usted conmigo, y no tenga reparo, que yo soy un hombre pa otro hombre. ¿Pero se pué saber á dónde iba la personita? Yo la llevaré á usted, porque soy un hombre pa.... Voy á la calle del Humilladero. Del Humilla ... ¿que? Del Humilladero. Ya sé ... ¿pero pa qué va usted tan lejos?
Pues cuando usted vea un letrero que diga así: "calle del Humilladero", allí mesmo es. El trapero se quedó muy satisfecho de su apotegma, y volviendo á inclinarse, enterró su gancho investigador en el montón de inmundicia que delante tenía.
Hija mía, por Jesús, María y José, te digo que se me parte el corazón de verte así sola por esas calles, á estas horas, con este frío... Mira: yo tengo un buen brasero arriba.... Porque aquí vivo yo, aquí á espaldas de San Justo, que es mi iglesia. Pues si quieres descansar un ratito.... No, Padre: yo quiero ir á la calle del Humilladero. Dígame usted dónde está, ya que no me ha llevado á ella.
Hizo una pausa para mondar el pecho, y luego que hubo escupido reciamente, prosiguió: En los lugares públicos hacen acatamiento a la Santo Cruz, claro está; pero, cuando se hallan sin testigo ante alguna ermita o humilladero, le hacen sufrir toda clase de escarnios. Yo mismo he sorprendido en las cercanías de Talavera algo horrible.
Es una cupulilla sostenida por cuatro columnas dóricas de piedra; en el centro, sobre una pequeña gradería, se levanta otra columna que sostiene una cruz de hierro forjado. Azorín y Sarrió se han sentado en este humilladero. Van a Elda. Y van a Elda porque Azorín ha de tomar el tren que por allí pasa. Azorín está triste; Sarrió también lo está un poco.
Por último, se acercó una mujer, la joven la detuvo y respetuosamente la hizo su pregunta. ¿La calle del Humilladero? dijo la mujer, que era una vieja arrugada y con voz gangosa. Sí, señora. ¿Le parece á usted que está bien detener á las personas honradas de este modo? contestó la vieja muy incomodada.
No lo sabrá... Si llegara á saber mi Pascual que hay un señorito que dice chicoleos á Pascuala.... Advirtamos que esta fregona tenía por novio á un Pascual que había fundado nada menos que una taberna en la calle del Humilladero.
Baje usted esa cuestecita por detrás del Sacramento; baje usted siempre hasta que llegue á la calle de Segovia; en seguida sube usted derecha, siempre adelante, hasta encontrar la Morería; entra por ella hasta llegar á la calle de don Pedro; después sigue por ésta hasta la plazuela de los Carros, y enfrente de la capilla de San Isidro, encuentra usted la calle del Humilladero.
Palabra del Dia
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