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Actualizado: 31 de octubre de 2025
Mas aquí fué también en donde se hizo sentir en todo su peso la opresiva severidad de dicha disposición, viéndose los hospitales sin recursos para atender al cuidado de los enfermos.
Viendo más tarde las catedrales llamadas góticas de nuestra Castilla, y las de Flandes, y observando con qué imponente majestad se destaca su compleja y sutil fábrica entre las construcciones del gusto moderno, levantadas por la utilidad, tales como bancos, hospitales y cuarteles, no he podido menos de traer a la memoria las distintas clases de naves que he visto en mi larga vida, y he comparado las antiguas con las catedrales góticas.
Detrás de ellos quedaban miles y miles de camaradas gimiendo en los lechos de los hospitales y que tal vez no se levantarían nunca. Millares y millares estaban ocultos para siempre en las entrañas de una tierra mojada por su baba agónica, tierra fatal que al recibir una lluvia de proyectiles devolvía como cosecha matorrales de cruces.
Baudelaire, el solitario, hizo de su capa torre de marfil que le aislaba del vulgo de malos poetas, de periodistas hueros y vanidosos, de cretinos equilibrados. La capa de Verlaine rodó por las tabernas y por los hospitales, y aquella capa de mendigo es ahora venerada como la bandera de la Francia espiritual. ¡Capa de la bohemia!
He visto otro caso: un pobre, del Moro también, mendigo él, de Orán él, que pedía en Puerta Cerrada, junto al taller de mi padrastro. Y se puso tan perdido, que no había cristiano que se le acercara, y ni en los santos Hospitales le querían recibir... «Picar, picar mocha era lo único que Almudena decía, pasando las uñas desde el hombro a la mano, como se pasaría un peine por la madeja.
Desnoyers pensó que su castillo no era mas que uno de los muchos hospitales establecidos en una línea de más de cien kilómetros, y que al otro lado, detrás de los franceses, existían centros semejantes y en todos ellos reinaba igual actividad, sucediéndose con aterradora frecuencia las remesas de hombres moribundos.
Los establecimientos de beneficencia están admirablemente comprendidos y organizados en Viena: los pobres, esos desheredados de la fortuna, que el mundo apénas se digna mirar, la religion suavísima y tierna del Crucificado los recoje cariñosa y los abriga con amor en sus templos hospitales: los de Viena dejan muy poco que desear, son admirables.
Yo creo que el mundo no es otra cosa que un gran hospital de locos que se comprenden y que se despedazan, comprendiéndose, y que sólo se encierran en hospitales más pequeños a los locos a quienes no comprende nadie... o acaso, acaso, llame el mundo locos a los que tienen razón. La verdad es que yo veo continuamente hombres que se creen muy cuerdos y a mí me parecen los más rematados.
Y con toda su fama de práctico de los hospitales de París, con la popularidad que le habían dado en la villa sus arriesgadas operaciones, fué á aislarse en las minas, cuando aún no tenía treinta años, viviendo en una casita de Gallarta con sus libros y su vieja criada Catalina.
Posee una considerable biblioteca, una sociedad económica, un liceo, varios institutos notables de enseñanza y artes, una caja de ahorros en prosperidad, y como diez y seis hospitales, hospicios é institutos de caridad y beneficencia. Por demás es decir que las iglesias abundan, como abundaron fabulosamente los conventos.
Palabra del Dia
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