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Y prosiguiendo en la misma alabanza, casi con las mismas frases, aunque abreviando, se pone aquí como la alabanza mayor que los mismos grandes, á quienes la reina despojó y domó, le quedaron aficionados en todo extremo y la sirvieron rendidos, de suerte que todos los hombres señalados y famosos que hubo en España fueron como hechos por ella, y de ser hechos por ella se envanecían.

En respuesta sacó Zadig la espada; lo mismo hizo su criado que era valiente, y dexáron sin vida á los primeros Arabes que los habian embestido: dobló el número de enemigos, mas ellos no se desalentáron, y se resolviéron á morir en la pelea. Víanse dos hombres que se defendian contra una muchedumbre; tan desigual contienda poco podia durar.

Pero si voy a juzgar a las mujeres por mi tía, pienso que voy a preferir considerablemente a los hombres. Luego recordé que el biógrafo era de sexo masculino, y pensé que sin duda habría tenido por cortés, amable y modesto, dejarse en el tintero y pasar en silencio a sus congéneres. Y me dormí sobre esta luminosa idea. Levanteme contentísima al día siguiente.

Millones de hombres se dedican á sorprender el pez salvaje que se agita en las aguas: y muy poco numerosos relativamente son los que se ocupan en coger su presa para cautivarla y devorarla cuando lo crean conveniente. En los países llamados civilizados, la caza no es otra cosa que un pasatiempo y la persecución de las bestias salvajes ha sido reemplazada por la cría de animales para el matadero.

Aquellos hombres de ciencia profunda, de estudios graves, de vida austera y retirada, cultivaban macetas de flores en sus terrados y criaban pajaritos con paternal esmero; porque si el paganismo puso lo sublime en la heroicidad, el cristianismo lo ha puesto en la sencillez.

Sentía arrebatos heroicos en mi corazón, impulsos sublimes... Todo murió al subir al altar con un hombre que me era repulsivo... Los demás hombres no hicieron nada por redimirme... al contrario; contribuyeron a encenagarme más y más en la prosa de la vida.

Los hombres, cargados de regalos, nos atropellan, y a lo mejor se siente uno abofeteado por una cabeza de capón o pavo que a nuestro lado pasa. Las confiterías y tiendas de comidas ofrecen en sus vitrinas una abundancia eructante y pesada que, por la vista, ataruga el estómago.

El día mejor de mi vida sería aquel en que le viese al lado de los buenos, ayudando á Dios con los bienes que le ha dado, aconsejándose de personas sabias y virtuosas como ustedes... Pero Padre: usted no lo conoce; es inabordable; siempre me ha causado respeto y miedo. Lo repito; yo no he nacido para esto: me repugnan los hombres.

¡Al fin llegó tu hora, querida!... Así debe ser: la mujer siempre muy alta... ¿Qué se creen esos tíos? ¿Que porque somos buenas y callamos la mitad de las veces por evitar disgustos se nos ha de tratar como trapos sucios?... ¡Que se limpien!... Ya que le tienes bajo el pie, aprieta, hija, no temas; cuantos más sofocones le des más suavecito lo tendrás... Esos malditos hombres son así...

Esta desorganización de la sociedad iba de día en día aumentándose como un cáncer y avanzando hasta el corazón, si bien podía discernirse el camino que traía desde la tienda de Rosas a la campaña, de la campaña a un barrio de la ciudad, de allí a cierta clase de hombres, los carniceros, que eran los principales instigadores.