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Actualizado: 14 de mayo de 2025


No se cansaba de admirarla, de devorarla con los ojos, de considerar sus pupilas líquidas y misteriosas, como anegadas en leche, en cuyo fondo parecía reposar la serenidad misma. Una penosa idea le acudía de vez en cuando. Acordábase de que había soñado con instituir en aquella casa el matrimonio cristiano cortado por el patrón de la Sacra Familia.

Millones de hombres se dedican á sorprender el pez salvaje que se agita en las aguas: y muy poco numerosos relativamente son los que se ocupan en coger su presa para cautivarla y devorarla cuando lo crean conveniente. En los países llamados civilizados, la caza no es otra cosa que un pasatiempo y la persecución de las bestias salvajes ha sido reemplazada por la cría de animales para el matadero.

Después se fijó en el puente; en su puerta ojival, resto de las antiguas fortificaciones; en los pretiles de piedra amarillenta y roída como si por las noches vinieran a devorarla todas las ratas del río, y en los dos casilicios que guardaban unas imágenes mutiladas y cubiertas de polvo.

Bien está, dijo la doncella sonriéndose, y comprendo lo que os pasa. La verdad es que os presentasteis tan repentinamente como lo hacen los juglares en sus comedias; fuisteis el valiente campeón que salva á la afligida dama en los momentos en que va á devorarla el horrible dragón. Pero venid, dijo incorporándose, llamando al halcón y arreglando como pudo sus mojadas ropas. Salgamos al claro y es muy probable que encontremos á mi paje Rubín con Trovador, mi palafrén, á cuya caída debo yo todos mis percances de este día y el haberme visto en manos del ogro de Munster. Pero hacedme la merced de darme el brazo; estoy más cansada de lo que creía y casi tan asustada como mi pobre halconcillo. Mirad cómo tiembla.

Ello es que en los lugares más agrestes, Clara no se apartaba del lado de D. Fadrique, como si temiese que saliese una fiera á devorarla y buscase en él su amparo y defensa. ¿Quién sabe lo que pasaba en aquellos instantes en el alma del Comendador?

Y , ¿cómo estás?... siempre tan famosa... le dijo Fortunata acercándose y poniendo una cara fingidamente amable; pero en la cual no era difícil ver la cruel suavidad con que algunas fieras lamen a la víctima antes de devorarla. Y , ¿dónde te metes? balbució Aurora muy cortada, sin saber para dónde volverse. Por fin se dirigió a las señoras que allí estaban; pero no supo qué decirles.

Palabra del Dia

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