United States or Uganda ? Vote for the TOP Country of the Week !


Así era: un pesar me afligía. Habíamos entrado ya en uno de los principales bailes de esta corte; el continuo transpirar, el estar en pie la noche entera, la hora avanzada y el mucho cavilar habían debilitado mis fuerzas en tales términos que el hambre era a la sazón mi maestro de filosofía. Así de mi amigo, y de común acuerdo nos decidimos a cenar lo más espléndidamente posible. ¡Funesto error!

Habíamos subido por el Oeste de la montaña, que es el lado por donde las hay mayores que ella, y el panorama con que me brindaba el Cura se veía por las otras vertientes; es decir, que era cosa nueva para y recién aparecida ante mis ojos.

Mientras andamos por los caminos de la vida, podemos hallarnos otra vez frente a frente con las personas y las cosas que habíamos para siempre borrado de nuestra memoria.

Pero, ¿qué fue lo que dijiste? ¡Nada!... que es hora de levantarse... ¡Juraría que te había oído nombrar a la Pampita! ¡Estás soñando! Yo que he soñado con ella dijo Lorenzo, ¡y qué linda estaba!... Habíamos salido a caballo... los dos... por un camino largo... ¡muy largo!

»Me eché mano al bolsillo y lo mismo hizo Magdalena, pero habíamos gastado en flores todo nuestro dinero y no nos quedaba nada. Al darnos cuenta de ello nos miramos los dos con cierto embarazo que la mendiga debió tomar por vacilación, porque continuó diciendo: » ¡Tengan piedad de nosotros!

Todos brincaban por el salón, acometidos de un vértigo en el cual debían de tener alguna parte el manzanilla y el amontillado que nos habían servido. Cuando nos cansamos, fuimos de nuevo a sentarnos. Cogí su abanico, le di aire fuertemente, tan fuerte, que lo rompí, lo cual fue ocasión de nuevas bromas y risas. No habíamos hablado nada de nosotros mismos.

Habíamos prometido en Paris hacer una visita en su casa de campo al Sr. B , ilustre químico y naturalista frances, tan sabio como franco y obsequioso, que comenzó su carrera científica con estudios prácticos hechos en la antigua Colombia y otras repúblicas españolas.

Pero habíamos olvidado a la joven campesina, que nos había seguido y no estaba dispuesta a perder aquella ocasión de congraciarse con la Princesa y de ganar unas monedas de oro; así fue que apenas nos ocultamos, salió corriendo al camino y saludando, exclamó: ¡Señora, el Rey está allí, detrás de aquellas matas! ¿Quiere Vuestra Alteza que la guíe hasta él?

Habíamos olvidado enteramente la sociedad y sus pasiones, sus luchas, miserias y pesares, y solo sentíamos nuestras almas empapadas de amor y de ese sentimiento infinitamente religioso que se llama la adoracion de lo bello y lo sublime....

De vez en cuando, en los cortos intervalos de silencio, levantaba graciosamente la cabeza, preguntándome: ¿Va V. á gusto conmigo? ¿Le estorbo? Y cuando me oía protestar vivamente contra semejante duda, su rostro expresivo se iluminaba de alegría y continuaba hablando. Habíamos recorrido algunas calles.