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Actualizado: 27 de junio de 2025


De todos modos existía entre ambas una corriente de inquietud que las hacía padecer, por diverso modo, los ratos en que estaban juntas. D.ª Carmen cayó al fin en la cama para no levantarse. Clementina pasaba allí todo el día. El terrible momento se acercaba. Al fin una madrugada, entre dos y tres, llamaron con alarma en el hotel de Osorio dos criados del duque. La señora agonizaba.

Da gusto vivir pensó al abandonar su hotel después de haber almorzado rápidamente en un comedor donde sólo quedaban los criados. Paseó toda la tarde por el Bosque de Bolonia, y poco antes del ocaso volvió á los bulevares. Se proponía comer en un restorán, buscando luego á los Torrebianca para pasar juntos una parte de la noche en cualquier lugar de diversión.

Necesitaba dar órdenes, pelear con alguien. Pero la flojedad de sus piernas le empujó hacia el hotel, y se dejó caer de bruces en la cama, mientras rodaba por tierra su sombrero, contento de la grave tiesura con que había llegado hasta su cuarto sin llamar la atención de la servidumbre.

A las tres de la tarde salió del Hotel de París. Acababa de almorzar, solo, sin fijarse en las miradas que le dirigían de las otras mesas, evitando esos saludos amables que inician una conversación. Llevaba en la boca un grueso cigarro, y sus piernas, aunque firmes, estaban agitadas interiormente por un cosquilleo voluptuoso.

Los últimos carruajes rodaban sobre las losas del patio del hotel y a mis oídos llegaba el ruido de los estribos al ser plegados y el golpeteo de las portezuelas al cerrarse.

Abandonada por sus adoradores, y olvidada del público, María Ana se refugió en su hotel de la calle de San Honorato, donde vivió varios años entregada á sus cacatúas, á sus perros y á sus gatos; aquellos serían sus últimos amantes, los más fieles.

Rafaela fue desde la fonda a instalarse en la casa de su marido: en el hotel que ella le había hecho comprar y amueblar con el mejor gusto. Ella eligió para la servidumbre los criados blancos que más convenían, y los esclavos negros más hábiles y de mejor facha.

Nos hospedábamos en el mismo hotel. El estaba allí con su hija, la señorita Lysiane. EL SE

En el Hotel de París hay otro individuo de la familia, pero de la rama triunfante, de la que gobierna y cobra. Lo conozco dijo riendo Atilio . Es un joven de exuberancias calípigas, que va á todas partes con su gentil secretario.

Y una tarde empezó á recibir la admiración del mundo, moviendo sus acharolados pies con altos tacones, su talle encorsetado por el ceñido chaquet, su cabeza de brillante laca con el pelo rígido y echado atrás, bajo las lámparas eléctricas de un hotel de los Campos Elíseos.

Palabra del Dia

rigoleto

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