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Actualizado: 23 de junio de 2025
Hábleme usted con entera franqueza porque ya estoy lo suficientemente fuerte para oírlo todo. Lo único que siento es no haber dado a usted mi primer amor. ¡Qué bueno es usted! Esa mujer no ha sido jamás digna de usted. Yo no la he visto nunca, pero instintivamente la detesto, la desprecio. No hay necesidad de despreciarla, Germana.
Bueno murmuró el viejo , no quiero retenerte más, Shanti. ¡Adiós! y me tendió los brazos y me estrechó en ellos débilmente. Salí del cuarto y bajé con Mary al raso del caserío. Si puedo servir a usted en algo, dígamelo usted advertí a mi prima. Hoy no necesito nada. Cuando necesite.... Entonces, hábleme usted sin ningún reparo. Así lo haré. ¡Muchas gracias! Adiós, Mary. Adiós.
No creyó prudente insistir por el momento, y encalmándose sin esfuerzo, bajó la cabeza, echó un suspiro y murmuró en tono de paz estas suaves palabras: Todo sea por Dios. Hablemos de otra cosa. Hablemos de otra cosa dijo Navarro con alegría . Hábleme usted de otra cosa, aunque 4 sea de los cucuruchos.
El instinto de conservación de su error era tan grande, que este necesitaba muchos y muy fuertes golpes para someterse. Muñoz y Nones tomó su sombrero. «No se vaya usted, no dijo ella, temiendo quedarse sola con sus fieras dudas . Hábleme algo más. No estoy convencida, pero dudo. ¡Oh! Si me muriese hoy mismo, si me muriese antes que empezara a destruirse esta fe, ¡qué dichosa sería!
Del que mejor le parezca a usted le dije , o de los dos juntos... En fin, póngase usted en mi caso, y hábleme con franqueza. Pues con franqueza le digo repuso el médico que no me extraña lo que le sucede a usted.
Me ve cómo estoy, ¡puñales! muerto de pena, y me viene á hablar de la condenada leche.... Hábleme de cómo se consigue que Dios nos haga caso cuando pedimos lo que necesitamos, hábleme de lo que... no sé cómo explicarlo... de lo que significa ser bueno y ser malo... porque, ó yo soy un zote, ó ésta es de las cosas que tienen más busilis....
Pero, dónde, en qué circunstancias... Eso es lo que yo quiero saber. Ahí está el nudo de la intriga. Dejemos lo demás para otra ocasión y hábleme usted de Lea Peralli. Estaba usted en San Francisco y se encontró con ella. ¿Dónde? ¿Cómo? De un modo tan sencillo como inesperado.
»Antes, sólo elevaba mis oraciones a Dios; ahora, le ruego a Dios, pero también le ruego a ella. »Hábleme de Magdalena con frecuencia, con mucha frecuencia, pero hábleme también de usted. ¡Ay! Le hago esta recomendación con el corazón palpitante y temblándome la mano porque temo ofenderle o incurrir en su desagrado. Quizás la achacará usted a curiosidad o a indiscreción de mi parte.
Allí llora mi tío a Magdalena como yo la lloro en mi casa de la calle de Angulema, como usted, allí donde se encuentra, la llora del mismo modo. ¿Quién sería capaz de haberla conocido y no llorarla? »Mucho le agradezco a usted que me hable de ella; hábleme siempre de ella, usted que la ha conocido mejor que yo.
Palabra del Dia
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