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Actualizado: 29 de octubre de 2025


¿Quién pudiera decir lo que pasó por ambos cuando en aquel abrazo, tan súbita e inopinadamente sobrevenido, se encontraron enlazados? Pero ¿qué es lo que estáis diciendo, hombre, dijo doña Guiomar, que me parece que os habéis vuelto loco? ¿De qué alma habláis, que decís que es vuestra alma?

Prendose el señor Gaspar de Valcárcel, dijo doña Guiomar, de una señora, que ni a su amorosa pasión ni a la de nadie podía corresponder honradamente, ni hacer cosa que contra su honra fuese, porque casada estaba con un oidor de aquella real chancillería.

Y este espanto del familiar no era por que le pareciese mentirosa doña Guiomar, que él la hubiera creído aunque ella le hubiera dicho que no había venido al mundo por medio de mujer, sino caída de una estrella; pero espantábale el ver que su castidad iba más y más desmoronándose y deshaciéndose, y que el diablillo del amor con más y más fuerza le abrasaba el alma.

Pues no falta gran cosa a mi historia, dijo doña Guiomar, y sigo en ella por complaceros y porque se acabe la porfía.

Enviola esta a sus quehaceres, y acabando de componer su semblante, y resuelta a no dar ni el más leve indicio de saber lo que sucedía, encaminose al jardín, en el que apareció, y poco después en el cenador, sombroso teatro de su mala fortuna, de tal manera tranquila y al parecer contenta, que Cervantes se alegró y Margarita perdió el miedo que la había acometido al sentir los pasos de doña Guiomar.

Así es, que estando a la puerta misma de su aposento, a la izquierda volviose, y palpando la pared, adelantó hasta tocar una mampara de seda, y tan rica, que ella le demostró que no al aposento de la doncella debía dar entrada una tal manpara, sino al de doña Guiomar.

Pero es el caso que don Baltasar se ha puesto en todo, y con gente dura y resuelta en casa de doña Guiomar meterse quiere, cosa que puede salir de tal manera y con una tal tormenta, que el agua llegue a las nubes. ¿Y a cuento de qué me habéis manifestado todas esas cosas, señor Viváis-mil-años? dijo la tía Zarandaja. A cuento de que vos podéis sacarme del aprieto en que me hallo.

En que se contiene una carta de Cervantes para doña Guiomar, y se sabe a lo que Florela se aventuró por servir a su señora.

Doña Guiomar no pestañeó siquiera; pero sus manos restregaron nerviosamente los brazos del sillón en que estaba sentada.

Y no había sido otra la intención de doña Guiomar que la de espantar a Margarita, a la que una vez recibida no se atrevía a echar a la calle, para que ella de su motu proprio se fuese, atemorizada al saber que la casa tenía duende, y que para defenderse del mal era necesaria una medalla de la Santa Inquisición, que ella no tenía.

Palabra del Dia

reclinándose

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