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Como un galgo persigue al través de la verde llanura á la liebre que acaba de levantar entre la maleza, así el héroe de la Braña seguía y apretaba cada vez más al ilustre guerrero de Lorío. Los de uno y otro bando se mantienen suspensos y anhelantes contemplando la carrera de sus jefes, el uno fugitivo, el otro corriendo sobre sus pasos.

Ya los hombres y las mujeres no estaban separados como en los antiguos tiempos, sino agradablemente confundidos, aunque agarrándose sólo por el dedo meñique. Los mozos terciaban sus garrotes haciéndolos descansar sobre el brazo, lo cual prestaba á la danza el aspecto guerrero que indudablemente tuvo en su origen.

Ayer un tirano con saña decia: «¡Yo soy el que mando, y esclavos serán!» Y hoy roto en pedazos su trono sangriento Se ofrece á los rayos del gran luminar. Ayer un guerrero cubierto de gloria Hollaba altanero su carro triunfal... Mirad ese polvo... su humilde sepulcro, Se ofrece á los rayos del gran luminar.

Empecemos por la malaventurada inscripción que tantos afanes había costado al alcalde ilustrado, de oficio herrero, el cual solía decir que el hierro no era más duro que las cabezas de sus subordinados; inscripción que había causado además un tremendo batacazo al maestro de escuela y tres días de flatos a Rosa Mística; pero que, en compensación, había hecho pasmar de admiración a don Modesto Guerrero.

A 25 de Octubre del mismo año se libraron al pintor Gonzalo de Campos Guerrero 26.080 mrs. á cumplimiento de la pintura de los cuatro carros de representación que salieron el día del Corpus é invenciones de ellos .

Ninguna de las pasiones nobles, que suelen agitar el corazon de un guerrero, templó esa sórdida ambicion de riquezas, que cegaba los hombres, y los hacia insensibles á los mismos males que sufrian. Los planes que se frustraban eran facilmente reemplazados por otros no menos efímeros y fantásticos; y las últimas empresas sobrepujaban casi siempre en temeridad á las que las habian precedido.

Tanto se había perfeccionado esta parte de las representaciones escénicas, que, según dice Rojas, hacia el año 1580 se vieron comedias con apariciones milagrosas, sorprendentes juegos de maquinaria, estrépito guerrero y hasta caballos en las tablas.

El saltaba el arroyo, de orilla a orilla; él clavaba la lanza lejos, como un guerrero; a la hora de andar, a la cabeza iba él; se le oía la risa de noche, como un canto; lo que él no quería era que lo llevase nadie en hombros. Así iban por el monte, cuando se les apareció entre los españoles armados el Padre las Casas, con sus ojos tristísimos, en su jubón y su ferreruelo.

Dió oidos á sus razones este atrevidisimo i famoso guerrero; mas antes de empeñar su palabra i su gente en esta empresa, comenzó á hacer secretas averiguaciones por medio de los judíos que estaban avecindados en Africa, i que continuamente se carteaban con los españoles.

Entonces el Cabildo Catedral, que ya tenia conocimiento y estimaba los méritos de Guerrero, aprovechando su estancia en Sevilla le propuso darle una plaza de cantor, que aceptó, no volviendo á Jaén por continuar en su ciudad natal.