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Actualizado: 3 de julio de 2025
Por segunda vez iba a darse por terminado el asunto, cuando pidió la palabra un hombre joven, rechoncho, de escasa frente, pero de mucha cara, abultado de pecho, ancho de espaldas, muy atusado de pelo y crespo de bigote, grueso de manos y amanerado en el vestir.
Pero el Gentleman-Montaña miró sonriendo al grueso capitán y levantó los hombros. Luego le volvió la espalda, empezando á forcejear para subir la segunda ancla. ¡Lléveme! continuó . ¿Qué voy á hacer en mi patria?... Al ver que usted quiere marcharse, todas mis creencias se han derrumbado.
Tan luego mi esposa la duquesa recobre la salud, y espero que no tardará mucho, emprenderemos nuestra marcha con la gracia de Dios, para unirnos al grueso del ejército en Dax y poner á Vuestras Altezas en posesión de sus estados.
No es alto ni bajo, flaco ni grueso; a ratos lampiño, a ratos barbudo... Al sonar un campanillazo la visión se disipa y el lúgubre recinto se trueca en un paseo enarenado, por donde corretea un niño tras un ato de madera. El chiquitín tropieza, cae, se lastima... y suena un grito.
Se diría al contemplar la marcha majestuosa de tal hombre que era uno de aquellos antiguos reyes merovingios, tales como los representan las imágenes de Montbéliard; sostenía con su mano izquierda un palo grueso y corto, que tenía la forma de cetro, y con la mano derecha hacía gestos imponentes, levantando el dedo hacia el cielo y apostrofando al cortejo.
Cuando un toro enorme, de muchas libras, cuello grueso e intenso color negro, llegaba a la suerte de banderillear, el Nacional se colocaba con los brazos abiertos y los palos en las manos, a corta distancia de él, llamándolo con insultos: ¡Entra, presbítero!
Mis esponsales tuvieron la aprobación de la nobleza y también del grueso público; por todas partes no vi más que caras sonrientes y manos afectuosamente tendidas que me felicitaban.
Es hombre ya entrado en días, grueso y bajo, muy moreno, con narices enormes y unos cabellos tiesos y erizados como los de un jabalí. No gasta pelos en la cara, pero se afeita de tarde en tarde, lo cual da mayor realce á su rostro, espléndidamente feo.
En seguida el barón se lanzó contra el grueso de los asaltantes, seguido de Lord Abercombe con sus cuatro escuderos del Chesire y otros de igual temple, tras ellos Chandos y el príncipe y detrás nosotros con espada y hacha, porque habíamos agotado las flechas.
Velarde, que es ese hombre grueso, pretende que se olvide hasta el título de sus comedias El Cid, Doña Sol y Doña Elvira, y la de El conde de las manos blancas.
Palabra del Dia
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